“Aquellos dos”: teatro contra los prejuicios
Estreno. El teatro La Plaza presenta una obra brasileña que aborda la homofobia. “Esto sigue pasando en Perú”, dice el director Jano Clavier.
En Lima de los años 80, dos hombres de cuarenta años ingresan a laborar en un ministerio ubicado en el centro de la ciudad, donde la monótona rutina cambia entre coincidencias sobre el cine y la música. “Aquellos dos” es una obra basada en el cuento del brasileño Caio Fernando Abreu que aborda la relación de Raúl y Saúl, dos desconocidos que se acercan en un contexto en el que los prejuicios y la homofobia pueden costarles, incluso, el trabajo.
En el teatro La Plaza, los cuatro actores salen a escena —entre canciones— a representar y hablar de la historia de esos dos empleados nuevos.
“Queríamos ubicar la obra en la misma época en que se escribió. Aparece en Brasil justo cuando está en el peor momento del VIH y sida en el mundo. El cuento original dice que son hombres de treinta años. Pero nuestros vínculos afectivos han cambiado, antes era normal que a los 30 puedas haber tenido un matrimonio que no se dio”, nos dice el director Jano Clavier, también dramaturgo y director de la obra San Bartolo sobre el caso Sodalicio.
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Hacia el final de la obra, Renato Bonifaz dijo que el preestreno estaba dedicado al actor y cantante Diego Bertie.
“La idea de dedicarle la función a alguien especial es siempre algo del montaje. Pero lo de Diego Bertie surgió de pronto. Les dije: ¿hoy la función a quién le vamos a dedicar? ‘¡A Diego!’. Yo tenía miedo, no sabía si era demasiado pronto, porque sí chocó en el elenco su partida, varios trabajaron con él. No sabía si era una buena idea, pero me dijeron que sí”, añade Clavier, porque, de forma espontánea, el público dio un minuto de aplausos.
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—Es una obra sin personajes. ¿Qué elenco buscaba?
—Estábamos buscando que podamos tener una conversación fluida de esto. Entonces, a todos los que estamos involucrados en el proyecto, de alguna manera, nos toca muy cerca. No fue difícil que se subieran al barco. Hicimos pruebas, audiciones, porque había que buscar un grupo de actores que, para empezar, no fuera un elenco de gente blanca, y que sea un grupo de calidad, que estén interesados en tocar este tema.
—Dices que algo ha cambiado en 40 años. ¿Pero esta obra no es vigente, además, por la homofobia?
—Sí. Hacer una obra como esta nos da sentido, en estos tiempos en que todo es como una guerra, un desastre en nuestro país. Por otro lado, la OMS ha puesto, un poco, en debate a nuestra comunidad como algo de cuidado. No podemos juzgar a la OMS, pero lo que ya se está viendo es cómo eso ha calado en el otro lado que usa la narrativa para alejar y estigmatizar. Con esta obra se puede habitar la ternura y es como un respiro. Hay unas cosas que avanzan y otras que empeoran. Esto está pasando en Perú. Hoy en día te pueden botar del trabajo, que es una cosa muy concreta, pero también puede ser que no se te trate bien. Estamos superlejos de algo que podamos decir que es digno para nuestra comunidad.
—Eres de un grupo de artistas que hablan de su orientación y que crean proyectos que buscan visibilizar y acabar con los prejuicios. El medio artístico no está exento de eso, ¿no?
—Sí, pero tengo el privilegio de estar en un contexto donde esto no es un problema y más bien ha habido un espacio para hablar. Ya entendí que ese es mi rollo (sonríe). Sigo haciendo proyectos como Buenas noticias (iniciativa sobre los desaparecidos en el periodo de violencia 1980-2000), pero quiero hacer obras que cambien la narrativa y que discutan sobre nuestra comunidad LGTBIQ. Yo nací en Venezuela y vivo en Perú desde hace 13 años, y cuando me preguntan de dónde eres, me considero más de la comunidad, como si fuéramos un pueblo. Me siento muy privilegiado de poder decirlo. Quiénes somos para juzgar a esas personas que no lo dicen. Quienes hemos dado el paso y que tenemos la suerte de tomar la decisión de servir estamos trabajando para que poco a poco vayan sintiendo un apoyo, para que lo puedan comunicar y, si no pueden comunicarlo, al menos que puedan vivir sin culpa.