La estrella de la época del cine dorado de Hollywood, la actriz Olivia de Havilland, ha fallecido, a poco menos de haber cumplido 104 años, en su residencia de París. La noticia la confirmó su antigua abogada Suzelle M. Smith a la revista Variety.
La última superviviente del cine clásico hollywoodense y también del reparto de la película ‘Lo que el viento se llevó' (1939), murió “en paz mientras dormía”, según fuentes de la citada publicación.
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La intérprete británico-estadounidense nació en Tokio. el 1 de julio de 1916. Ella era hija de un abogado británico y de la actriz Lilian Fontaine. Fue hermana de Joan Fontaine, fallecida en 2013, con la que pasó enemistada buena parte de su vida.
Participó en títulos como Las aventuras de Robin Hood, Nido de víboras, entre otros. No obstante, el papel más recordado lo obtuvo en 1939, cuando participó en el film ‘Lo que el viento se llevó' con el personaje de Melanie Hamilton, el cual le valió una nominación a los premios de La Academia; pero fue derrotada por su compañera de reparto, Hattie McDaniel.
Pese a la derrota, años después, en el momento de mayor esplendor de su fama, De Havilland se alzó con dos Óscar, el primero en 1946 por La vida íntima de Julia Norris y tres años después por su papel en La heredera.
En 1955 se casó con Pierre Galante, con quien tuvo a su hija Gisèle. El matrimonio solo duró hasta 1962, año en el que disidieron separarse, pero no se divorció hasta 1979.
Olivia de Havilland montando bicicleta, en 2019. (Foto: Twitter)
Alejada del cine en la década de los 60, se mudó a París, ciudad que le dio la oportunidad de ser la primera mujer en presidir el Festival de Cannes.
En 2010 fue nombrada Caballero de la Legión de Honor por el Gobierno francés y, en 2017, Dama del Imperio Británico por la reina Isabel II.
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Olivia de Havilland fue una defensora activa por los derechos de los artistas frente a los constantes abusos de las productoras. Por ello, cansada de Warner Bros, decidió denunciarlos.
La razón detrás de la demanda se encontraba en un reclamo que la actriz pidió a la compañía y esta respondió dejándola sin empleo y sin sueldo. Por miedo a más represalias judiciales, ninguna otra compañía se atrevió a ofrecerle trabajo.
Este caso expuso las abusivas condiciones laborales a las que estaban sometidos los intérpretes en la era del Hollywood clásico. Finalmente, venció en los tribunales dando lugar a la llamada ley “De Havilland”, que permitió acabar con el estricto control que las productoras ejercían sobre los actores.