
No es exageración. Es estadística.
No es ideología. Es salud pública.
No es una fiesta. Es una marcha para que no los maten.
Este sábado, la Marcha del Orgullo LGBTQ+ en Lima se realizará con un nuevo tono: de celebración, sí, pero sobre todo de advertencia. Porque en el Perú de 2025, vivir siendo joven y LGBTQ+ todavía se paga con miedo, exclusión y, muchas veces, con la vida. Así lo revela el estudio más amplio que se ha hecho hasta ahora en el país sobre esta población: la Encuesta 2024 sobre Salud Mental de Jóvenes LGBTQ+ en Perú, realizada por The Trevor Project.
El diagnóstico es brutal: el 55% de jóvenes LGBTQ+ consideró seriamente el suicidio en los últimos 12 meses. El 37% lo intentó. Las cifras son aún más alarmantes entre personas trans y no binarias: el 69% pensó en suicidarse y la mitad lo intentó.
Solo el 14% de jóvenes LGBTQ+ dijo que su hogar es un espacio afirmativo, es decir, un lugar donde su identidad es reconocida y respetada. Para el resto, la casa puede ser un campo minado. De hecho, casi 2 de cada 5 (37%) personas trans y no binarias han sido expulsadas o se vieron obligadas a huir de su hogar por ser quienes son.
Las escuelas no son mucho mejores: apenas el 37% las considera un entorno seguro. Y el trabajo, directamente, se vuelve un espacio de silencio: solo el 5% lo reconoce como afirmativo. La comunidad religiosa ni aparece: apenas 1% de estos jóvenes siente respaldo en ese ámbito. En cambio, lo digital se convierte en refugio: un 65% afirma que las comunidades online son los únicos espacios donde pueden ser libres.
El deterioro emocional es generalizado. El 58% de las juventudes LGBTQ+ reportó síntomas de depresión. El 55%, ansiedad. Entre personas trans y no binarias, los números suben a 68% y 64%, respectivamente. Y aun cuando buscan ayuda, muchas veces no la encuentran: el 45% que intentó acceder a atención psicológica en el último año no pudo obtenerla.
La falta de acceso es una constante. El 46% de jóvenes LGBTQ+ en Perú quiso recibir acompañamiento psicológico en 2023. La mayoría no pudo. Y eso tiene un costo que no se mide solo en porcentajes. Se mide en funerales, en abandonos, en jóvenes que desaparecen del sistema sin dejar rastro.
Una frase atraviesa todo el informe: las juventudes LGBTQ+ no están en riesgo por quienes son, sino por cómo son tratadas. El estudio lo deja claro: la victimización, el rechazo familiar y social, la falta de acceso a salud mental y la discriminación estructural son los principales factores de riesgo.
Casi 1 de cada 3 jóvenes LGBTQ+ fue amenazado o agredido físicamente en el último año. El 15% por su orientación sexual. El 26% por su identidad de género. En paralelo, 66% se ha sentido discriminado alguna vez en su vida, y solo en el último año, el 48% por orientación sexual y el 57% de personas trans y no binarias por su identidad de género.
Este rechazo no es abstracto: tiene consecuencias. Quienes viven en comunidades que respetan a las personas LGBTQ+ son menos propensos a haber intentado suicidarse. Pero solo el 39% de jóvenes dice formar parte de una.
Uno de los datos más escalofriantes del estudio: el 24% de juventudes LGBTQ+ ha sido amenazada o sometida a "terapia de conversión". Entre personas trans y no binarias, el porcentaje sube a 34%. Incluso entre jóvenes cisgénero, casi 1 de cada 5 ha vivido esta forma de violencia institucionalizada.
Y quienes pasaron por esta experiencia no solo cargan con el trauma: también con un riesgo mayor de suicidio. El 24% de jóvenes trans y no binarias víctimas de estas terapias intentó suicidarse. Entre los jóvenes cis, el 17%.
Este tipo de prácticas siguen ocurriendo en el Perú. No están prohibidas por ley. Y en algunos sectores todavía se justifican en nombre de la familia o de la religión. Pero son una forma de tortura moderna. Y están matando.
En este panorama hostil, hay un factor que emerge como salvavidas: las redes de apoyo. Cuando las amistades afirman la identidad de una persona LGBTQ+, las tasas de riesgo se reducen. El 65% de jóvenes dice tener amistades que apoyan su identidad de género. Y eso hace la diferencia.
Sin embargo, la falta de respaldo sigue siendo un problema. El 53% de personas trans y no binarias dice que sus cuidadores no afirman su identidad. El 57% no encuentra ese respaldo en su comunidad. Y eso los deja vulnerables, sin red, sin ancla.
Incluso entre quienes han salido del clóset con muchas personas de su entorno, como el 17% de jóvenes trans y no binaries, los espacios seguros son escasos. Por eso las amistades se vuelven esenciales. Por eso la marcha importa. Porque ahí, por unas horas, todos pueden ser —sin miedo— quienes son.
La encuesta de Trevor Project no trae buenas noticias. Pero trae algo más valioso: evidencia. Números que obligan a dejar de mirar a otro lado. Datos que gritan lo que la política no quiere escuchar: que el Perú está fallando a sus juventudes LGBTQ+.
Este sábado, cuando miles salgan a marchar, no lo harán por moda ni por redes sociales. Lo harán porque estar vivos, hoy, es ya un acto de resistencia.

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