BBC Mundo
Noelia Flores contaba con los 35 soles (cerca de US$10) que iba a ganar este lunes limpiando en un hotel de Tumbes, en el norte de Perú. Con ellos iba a comprar la comida de ese día para ella, sus dos hijos, su nuera y cuatro nietos. Pero al llegar al establecimiento, le dijeron que desde ahora solo los empleados que estaban en planilla trabajarían.
La razón: la noche anterior, el gobierno peruano había declarado el estado de emergencia y puesto al país en cuarentena para frenar la expansión del nuevo coronavirus, así que quienes no tenían contrato, como ella, ya no eran bienvenidos.
Perú es el país de América Latina que ha aplicado la cuarentena más restrictiva para detener el avance del virus, cerrando fronteras a cal y canto y sacando al Ejército a la calle para asegurarse que la población esté confinada en sus casas.
Al momento de tomar la decisión, Perú era el Estado de la región con más casos confirmados después de Brasil y Chile. Con poco más de un centenar de infectados, está muy por debajo de la situación que vive España, por ejemplo, que ya los cuenta por decenas de miles.
En España, las autoridades han incluido acudir al trabajo entre aquellas excepciones que permiten salir de casa. En Perú, el presidente Martín Vizcarra avisaba que toda la población debía permanecer en sus viviendas y solo los empleados de servicios esenciales podrían ir a trabajar. En un país donde siete de cada 10 personas no cuenta con empleo formal, el anuncio cayó como balde de agua fría.
“Nosotros, lo que vamos haciendo lo vamos gastando a diario en comida y ahorramos un poquito para el alquiler”, explica Flores. “Mi hijo conduce un mototaxi y gana un promedio de entre 15 y 20 soles (entre US$4,3 y US$5,7) porque tiene que pagar la gasolina y la moto”. Esta inmigrante venezolana de 39 años también junta lo que puede para enviárselo a su madre. “Para su comida”, añade.
La cuarentena, que le parece “exagerada”, ha acabado con todas sus fuentes de ingresos. Su situación ejemplifica uno de los grandes retos que la pandemia es para Latinoamérica.
En muchas naciones europeas existen redes de protección social y económica. Sin embargo, en América Latina, 140 millones de empleados dependen del sector informal, según la OIT. Perú es uno de los que tiene la tasa de informalidad más alta, aunque esta es incluso superior en países como Guatemala y Honduras, donde ronda el 80% según la OIT; o en Bolivia, donde asciende al 83%.
Solo en Perú, 9 millones de personas forman parte de una familia donde, si no se trabaja hoy, no se come mañana o incluso ese día.
A sus 62 años, a Marieta Ríos se le pregunta sobre la posibilidad de que la cuarentena dure más de 15 días. “Nooo, un mes sin vender no podríamos”, responde angustiada.
Camila Gianella, de la Universidad Católica, recalca la importancia de que las ayudas sean inmediatas. Tiene “miedo” de “que esto vaya a terminar quebrándose por el lado más débil: la gente que tiene menos capacidad económica y que se va a desesperar”.
Dice: “Es una bomba de tiempo... Les estamos pidiendo más sacrificio a quienes menos tienen”.
- Quienes tengan un empleo informal y no formen parte de las estadísticas de pobreza también están en situación vulnerable. Por un lado, no tienen la garantía de que después de los 15 días puedan retomar su trabajo. Por otro, no entran en la población que accede al bono familiar.
- Trabajar en la informalidad no significa ser pobre, como puntualiza el ex ministro de Economía peruano Alonso Segura: “La población económica activa informal es del 70% y la pobreza en el país está en el 20%”.