Los hombres van por el campo echando sobre los surcos una tierra gris y espesa. El agricultor Efraín Muñoz (34) los mira, complacido. En este terreno de hectárea y media y en otro de cinco hectáreas que tiene más allá espera producir en conjunto unas 40 toneladas de papas. En otros tiempos, Muñóz habría cubierto el terreno con decenas de sacos de urea. Pero esta vez no. El precio del fertilizante sintético ha subido muchísimo. Las cuentas no le cuadran. Así que decidió preparar los suelos usando esa tierra gris que compró en una granja y que sus hombres arrojan aquí y allá con ayuda de unos sacos.
La tierra es estiércol de pollos.
–Antes, el saco de urea estaba 60 soles, hermano –dice Muñoz, que siembra papas en invierno y que el resto del año cultiva hortalizas–. Ahora cuesta 240. Está muy caro. Ahora lo tenemos que complementar con el guano.
Cuenta que en campañas anteriores usaba un 80 % de fertilizantes sintéticos y un 20 % de guano de pollos, pero que ahora, debido a esta crisis de fertilizantes que multiplicó el precio por cuatro, la proporción es 50-50.
–Otros agricultores también están echando abono de ave –dice, señalando el camino, una de las trochas que recorren el valle del río Chillón, al norte de Lima–. Yo diría que ahorita la mayoría está echando. Si vas por acá vas a ver el camioncito que reparte.
Las palabras de Muñoz son ratificadas por el agrónomo Luis Gomero, coordinador de la Red de Acción de Agricultura Alternativa (RAAA).
–En el valle siempre se usaba el abono orgánico, pero en pequeña cantidad –dice–. Pero lo que hemos visto desde marzo es que se ha intensificado su uso, el volumen ha aumentado.
Gomero cuenta que el ganadero que lo provee de estiércol de cabras para su fundo le ha dicho que los agricultores del valle están haciendo compras por adelantado. Lo mismo le sucede a los que crían vacas, pollos y cuyes. El estiércol de animales, ese fertilizante natural que usaban nuestros ancestros, está más demandado que nunca. Y Gomero, que es el principal impulsor de la agricultura ecológica en esta zona del país, se siente optimista.
–Hay una crisis de fertilizantes, pero también hay una oportunidad para el cambio.
Ante el alza del precio de la urea, productor Efraín Muñoz usa más abonos orgánicos. Foto: Marco Cotrina/LR.
El Perú vive una crisis por el alto precio de los fertilizantes que, según los expertos, amenaza en convertirse en una crisis alimentaria.
Muchos agricultores tienen dificultades para adquirir las mismas cantidades de urea, de nitrato de amonio y de sulfato de amonio que usaban en campañas pasadas. El temor es que esta vez siembren menos y que, en consecuencia, haya un desabastecimiento de alimentos.
Pero en algunas zonas, como el valle del Chillón, los campesinos no se han quedado de brazos cruzados a esperar que el gobierno les resuelva este problema. Y para hacerle frente están echando mano de los abonos orgánicos, especialmente del tradicional estiércol.
–Sí, la urea tiene más nitrógeno –concede Luis Gomero– y eso ayuda a la planta a crecer rápido. Pero los abonos orgánicos no solo tienen nitrógeno, tienen también fósforo, hierro, potasio, calcio, magnesio, todos los nutrientes, y con ellos no solo estás alimentando a la planta, sino que estás enriqueciendo los suelos.
–Es injusto comparar la cantidad de nitrógeno de un fertilizante sintético con la de uno orgánico –dice Pilar Vicentelo, especialista de la Dirección General de Desarrollo Agrícola y Agroecología del Midagri–. El orgánico es muy superior porque no solo te da la vitamina concentrada, que en realidad es una droga, sino que mejora las propiedades del suelo, sus nutrientes, su textura, su capacidad de retención del agua, potencia la flora microbiana, etc.
–Con la urea, el agricultor está pensando en el corto plazo –dice Gomero, que promueve alternativas como el compost, el bocashi y el humus de lombriz–. Pero con los orgánicos manejas una estrategia de mediano y largo plazo. Vas enriqueciendo los suelos, acumulando materia orgánica, y en unos meses tus plantas van a crecer sin dificultades.
Vicentelo añade a la balanza los perjuicios que ocasiona el uso masivo de los fertilizantes sintéticos: están provocando un proceso de acidificación de los suelos, sobre todo en los valles costeros, y como, además, son hechos a base de petróleo y liberan óxido nitroso, que es un gas de efecto invernadero, están contribuyendo a acelerar el cambio climático en el planeta.
Trabajadores echando urea en un cultivo de cebollas chinas en el valle del Chillón. Foto: Marco Cotrina/LR.
Para enfrentar la crisis de fertilizantes, el gobierno puso en marcha una serie de medidas. Franklin Suárez, también funcionario de la Dirección General de Desarrollo Agrícola y Agroecología, dice que, para empezar, se dispusieron dos subvenciones económicas, la primera para productores de entre 2 y 10 ha, de entre 350 y 1.300 soles, y la segunda, para pequeños productores, de 350 soles.
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Asimismo, se busca quintuplicar la oferta de guano de isla (la meta es 102 mil toneladas). También se han iniciado los estudios para construir una planta que produzca fertilizantes fosfatados, y se ha autorizado la importación de al menos 80 mil toneladas de fertilizantes sintéticos para productores de menos de 5 ha.
Pero una de las medidas más interesantes es aprovechar este escenario para que los agricultores peruanos comiencen a usar más abonos orgánicos. Con ese fin, explica Pilar Vicentelo, se presentará al MEF un plan para otorgar a 60 mil campesinos un Bono Orgánico, con el que puedan adquirir este tipo de fertilizantes.
Al mismo tiempo, se ha iniciado una campaña de promoción de los fertilizantes orgánicos, en medios de comunicación y redes sociales, en particular de tres tipos: abono foliar, guano de isla combinado con estiércol de ovino e inoculantes con cepas microbianas, los que han mostrado su eficacia en varias zonas del país.
–Efectivamente, esta es una oportunidad para librarnos de los fertilizantes sintéticos– dice Vicentelo–. Cambiar el enfoque de hacer agricultura en el Perú, como ya lo vienen haciendo otros países de la región, y dar un salto tecnológico no solo hacia los fertilizantes orgánicos, sino hacia una agricultura sostenible.