En la fachada de la Iglesia de la Soledad, ubicada en la Plazuela de San Francisco, al lado de la iglesia del mismo nombre, se ha montado un gran andamio que hoy está cubierto con telas y rodeado con un cerco de triplay. En su interior un equipo de Prolima, la entidad que se encarga de la recuperación del Centro Histórico de Lima, está develando pacientemente la pintura mural original que tuvo el templo cuando fue terminado y abierto a los fieles en 1672.
Parte del equipo lo conforman varias especialistas mujeres en conservación y restauración de bienes culturales. Una presencia cada vez mayor en un ámbito que antes y aún hoy tiene preponderancia masculina. Una de esas tiene preponderancia masculina. Una de esas especialistas es Veroushka Peña, quien explica que después de hacer las calas estratigráficas -las diferentes capas de pintura que pudo haber tenido una superficie a lo largo del tiempo- llegaron hasta la pintura mural original, la que tuvo el templo cuando fue inaugurado.
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Esa pintura mural primigenia simula la forma de ladrillos y tiene color naranja con elementos de gris y sombreado oscuro para dar la idea de profundidad. Es una técnica llamada “trampantojo” porque justamente busca engañar visualmente a quien mira.
“Esa pintura mural es del siglo XVII y es lo más llamativo y conservado de la fachada del templo. Después vienen otros dos momentos de pintura mural: una, que es del siglo XVIII, en que se halló tonos verdes con líneas naranjas y negras, imitando un marmoleado. Y un tercer momento, del siglo XIX, con diseño de líneas geométricas en negro y blanco”, explica Veroushka. Sobre este tercer momento, más reciente, incluso hay fotografías que pueden hallarse en Internet.
Junto a Veroushka, trabajan hasta siete especialistas mujeres en conservación y restauración. Premunidas con casco, arnés, linternas, guantes, mascarillas y otros implementos de seguridad se mueven en los pasillos metálicos del andamio erigido en la parte delantera de la iglesia y trabajan distintas partes de los muros. Una de ellas, María del Carmen Donayre, con dos años en Prolima, explica que una vez develado el mural, este se limpia con pipetas y la pintura se consolida con aditivos que se aplican con jeringas a la pared.
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El día que visitamos la obra, pudimos verlas en acción: con finos bisturís raspaban y retiraban las capas de pintura más superficiales para alcanzar las superficies más antiguas. Vimos, por ejemplo, como iban retirando pintura blanca y de otros colores para develar un tono oscuro en aquellos lugares donde había curvas u oquedades. “En el pasado sombreaban las hendiduras y curvas para que el edificio se viera más imponente”, nos dicen.
Veroushka Peña es conservadora y restauradora por San Marcos y entre sus compañeras hay profesionales de la misma universidad, de la Escuela de Bellas Artes, de la Escuela Taller de Lima, y de la Escuela de Bellas Artes Diego Quispe Tito, del Cusco. Varias de ellas han estado en la recuperación de otros lugares emblemáticos de Lima, como la Plaza Dos de Mayo, la Pileta de la Plaza de Armas, o la Plaza Italia. Actualmente, el equipo de Conservación y Restauración de Prolima -entidad de la Municipalidad de Lima- tiene entre sus integrantes a 20 restauradoras, 3 artistas plásticas, 3 escultoras, 1 asistente administrativa y 1 asistente de obra.
En la Alameda de los Descalzos, Magaly Rodríguez, conservadora y restauradora, coordina las labores para la recuperación de las doce esculturas que simbolizan los doce signos zodiacales y las seis más pequeñas que adornan el pórtico de ese lugar emblemático del Rímac. También deben recuperar los pedestales y la pileta central. El jueves pudimos ver las tareas que realizaban en la escultura de Escorpio, la cual ya habían limpiado y dejado lista para la restauración de partes que ha perdido por el paso del tiempo o por el vandalismo.
“A estas esculturas de mármol les ha sucedido de todo. Les faltan dedos, partes del rostro, o han perdido algunas de las partes salientes: por ejemplo los bordes de los trajes. Y también ha habido restauraciones anteriores que al parecer no se hicieron con el debido estudio, fueron mal intervenidas. Tenemos que ver qué es lo mejor para el mármol, para restaurar lo hecho antes”, explica Magaly, formada en la Escuela de Bellas Artes de Lima.
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Por ejemplo, la escultura de Cronos, a la entrada del paseo, sufrió la ruptura de la cabeza por completo en el pasado y fue restaurada hace muchos años poniéndole una varilla de fierro para unir la cabeza al cuerpo y luego esta parte se cubrió con cemento y yeso.
“Esa fue una mala intervención. El fierro está oxidado y la herrumbre puede carcomer y pulverizar el mármol. También retiramos el cemento que tenía y vamos a usar mármol y resinas para restaurar la imagen. También se va a corregir la posición porque ahora se ve un poco inclinada”, explica Magaly.
También dice que hoy existe más conocimiento sobre restauración y conservación, y ahora se trabaja con materiales más duraderos y menos invasivos.
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“Hay procedimientos que a veces son irreversibles. Cuando se hace una conservación y restauración tiene que hacerse con materiales que a futuro puedan ser reversibles. En este caso se debe ver qué sustancias funcionan mejor con el mármol porque estas esculturas están a la intemperie y los factores ambientales influyen bastante”, comenta.
Con ella también trabajan Belén Olivera y Aysa Figueroa, formadas cono conservadoras y restauradoras en San Marcos y Ema Licuona de la Escuela de Bellas Artes Diego Quispe Tito del Cusco. Igual que sus colegas de la Iglesia de la Soledad, ellas también trabajan con herramientas como los bisturís; y usan solventes, y otras sus-tancias químicas para limpiar las esculturas.
Como anécdota, Magaly cuenta que mientras trabajaban en el pedestal de Afrodita, encontraron un fragmento de mármol que pertenecía a la parte posterior de la pierna de Artemisa, una escultura que estaba al lado. “Fue emocionante recuperar una parte original. Ahora será usada en la restauración”, dice. De la reconstrucción de las figuras se encargan escultores. “Somos un equipo multidisciplinario”, dice Magaly. Las obras culminarán a mediados de año.