Se cumplen 76 años del suicidio de Adolf Hitler y su esposa, Eva Braun, en el búnker de la Cancillería del Reich en Berlín, que para ese entonces por acciones del Ejército Rojo ruso se reducía a unas cuantas hectáreas de escombros en el centro de la ciudad.
Hitler y las personas más allegadas a él llevaban semanas recluidas en ese refugio subterráneo del llamado Partido Alemán Nacionalsocialista de los Trabajadores, con el que había llegado al poder en 1933.
La noche del 28 de abril de 1945 Hitler había decidido contraer matrimonio con Eva Braun, la que había sido su amante desde hace una década. La ceremonia la realizó ante un juez de paz que fue arrastrado y se llevó a cabo bajo el ceremonial nacionalsocialista, según el cual debían jurar no padecer enfermedades hereditarias. Los testigos fueron los oficiales Martin Bormann y Joseph Goebbels.
Entre lo mucho que se dice que pasó en esas últimas horas de la vida del ‘Führer’ está su quebrajada salud y su pose de autoridad que no aceptaba la derrota. Lo más curioso fue que al momento de firmar el acta, la mujer tuvo un breve lapsus: escribió Eva e inició una pomposa B mayúscula que rápidamente tachó para consignar su nuevo apellido de casada; este fue el único papel que firmó como Eva Hitler.
Después de oficializar el enlace matrimonial con champán y tras un intento de celebración por parte de su esposa, Hitler realizó su último testamento porque sabía que las tropas soviéticas podrían llegar en cualquier momento.
Hitler se retiró a su pequeña oficina con una de sus secretarias, Traudl Junge, a quien le dictó su testamento. Ella posteriormente declararía que “solo se limitó a repetir las mismas tesis que llevaba 20 años proclamando, mientras se exculpaba de toda responsabilidad. Mientras Eva Braun decía que ojalá murieran todos los que no habían sabido seguir al gran hombre que era su marido”.
El 30 de abril de 1945 los esposos se suicidaron, después de matar con veneno a sus preciados perros. “Yo mismo y mi esposa elegimos la muerte, para evitar la vergüenza de la destitución o la capitulación’, se lee en su testamento del 29 de abril.
Hitler eligió el cianuro por consejo del médico de las SS Werner Haase a quien pidió una sugerencia sobre una forma efectiva de suicidio. Después de probar su eficacia con sus perros distribuyó ampollas del veneno entre quienes le acompañaban en el bunker.
El cianuro provoca rápidamente parálisis respiratoria, convulsiones, sensación de quemazón interna y ahogo. Este veneno, por lo contrario que se pensaba en ese entonces, llevó a una dolorosa forma de morir.
Alrededor de las 03.30 p. m., tras comer macarrones con tomate junto a su esposa y sus secretarias, Hitler y Eva Braun se encerraron en su pequeño despacho.
Al cabo de unos minutos se escuchó un disparo, un guardia entró al despacho y encontró a Hitler y Eva Braun desplomados. Ambos habían mordido una cápsula de cianuro y él se había disparado simultáneamente en la sien con su pistola Walther PPK y con la mano izquierda sujetaba junto a su pecho el retrato de su madre.
Mientras Eva Braun quien fue hallada en el diminuto cuarto de baño anexo no había llegado a usar su propia arma por los efectos fulminantes del veneno.
Fueron incinerados con gasolina en el jardín de la Cancillería del Reich. Dos días después, el Ejército Rojo izó su bandera en el Reichstag proclamándose La Unión Soviética, junto con sus aliados, vencedores del nazismo.