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Cultural

"Escribir para resistir", un libro cartonero creado por mujeres privadas de libertad

Su tiraje es de 50 ejemplares. La edición, el diseño y la producción corresponden a La Maga Cartonera.

En algunos centros penitenciarios del Perú, hay programas culturales que significan una oportunidad de cambio para las internas y los internos. Imagen: Difusión.
En algunos centros penitenciarios del Perú, hay programas culturales que significan una oportunidad de cambio para las internas y los internos. Imagen: Difusión.

Escribe: Eduardo González Viaña

Ayer por la tarde, he recibido un regalo desmesurado. Se trata de un libro de poesía llamado Escribir para resistir. Lo toco, lo huelo, lo leo y no me atrevo a llegar hasta su página final.

Es un regalo de las chicas del Establecimiento Penitenciario Anexo de Mujeres de Chorrillos. Me dicen ellas que lo hacen en intercambio por algunos recuerdos de mi parte.

El Instituto Nacional Penitenciario, liderado en ese establecimiento por la directora Nelly Aquino, me había invitado a dar una charla en ese recinto, y así lo hice. “Leer y escribir para ser feliz” era su título.

Aparte de ello, doné para su biblioteca los tomos de Historia de la República de Jorge Basadre, un legado de mi abuelo materno, quien debe sentirse muy feliz, allí donde se encuentre ahora, de saber que una parte de su biblioteca está siendo compartida con tan encantadoras lectoras.

Además, les obsequié mis obras Vallejo en los infiernos, La luz de Diana, Correos del Milenio, El poder de la ilusión y Maestro Mateo, esa suerte de locuras que me hacen escribir pensando idiotamente que servirán para hacer más felices a los seres humanos.

Escribir para resistir es un libro cartonero creado por mujeres privadas de libertad. Su tiraje es de 50 ejemplares. La edición, el diseño y la producción corresponden a La Maga Cartonera. Ha contado con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

“Azul de Magdalena” es un poema en que Yudy confiesa: “La culpa no fue mía, la culpa fue de Magdalena. / Por vivir en esa montaña me encerraron veinte años”. A través de toda su composición lírica, se pregunta, ¿dónde está Magdalena ahora? Y por fin responde: “Pero mi hermosa Magdalena / no habla / porque es un río, y su nombre … azul de Magdalena”.

Vanesa habla con Dios y le pide: “Padre, toca el corazón de los ministros…”, “te pido por mis compañeras, por sus visitas, / sus audiencias, el ingreso de sus abogados…”.

Mary da un consejo: “Para estar viva: / ríe, llora, celebra mientras puedas / porque mañana será otro día / y no sabes qué nos espera / a la vuelta de la esquina”.

Julissa nos cuenta: “Me gustaría estar con mi familia en el cielo / Levanto los ojos y se dibujan sus rostros / Qué hermoso es el cielo / más aún el de mi pueblo. / Cuando veo una paloma blanca atravesarlo, / siento que es mi hija que viene a mi encuentro”.

“Hay corazones / que cuentan historias / en cada latido”, nos confía Betsy en “Apuntes de este encierro”.

Giovanna nos dice: “Debo tener fe y esperanza / para seguir batallando…”, y nos deja volar con ella.

La segunda parte son “Cartas aladas” dirigidas a sus padres, a sus hijos, a sus amistades e, incluso, al mar y al aire de su pueblo. Tres relatos finales completan el libro. Sus temas son, en realidad, mensajes y recuerdos para sus familias. Para mí, los relatos tienen una expresión visual: los veo como voces y manos que nos llaman desde atrás de las rejas.

Al comenzar mi charla, les había contado una anécdota: cuando mi profesora del jardín de infancia le comunicó con tristeza a mi madre que yo nunca aprendería a leer porque no podía pasar de la letra D de la cartilla, doña Mercedes me llevó a casa y ensayó su propio método de alfabetización. Puso un cartelito con el nombre de “mesa” a la mesa y otro con la palabra “silla” a la silla. En la ventana, tres letras: “mar” presentaban al lento y melodioso océano que vivía con nosotros.

Después de decenas de cartelitos, y al cabo de un mes, había yo aprendido a leer. Hasta ahora no estoy seguro de saber escribir, y por eso garabateo libros.

Sin embargo, agradezco a las internas de Chorrillos y a la directora Nelly Aquino porque ya sé para qué sirve escribir. Sirve para resistir.

Escribir mi libro, y leer el de mis amigas, me hace resistir la ausencia, el silencio, la lejanía de los seres amados, las palabras nostálgicas del mar y, por fin, la oscuridad del mundo, pero también prender la luz… porque estamos hechos de esperanza y de barro, pero más de esperanza.

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