Se ha marchado Antonio Gálvez Ronceros. El consuelo es que nos ha dejado, para iluminarnos, sus personajes transparentes, luminosos, como el entrañable Jutito, de su hermoso libro de cuentos Monólogo desde las tinieblas. Desde hace un buen tiempo, el recordado escritor y profesor universitario luchaba contra un mal, un cáncer que buscó el mejor atajo para victimarlo.
El autor de Los ermitaños, otros de sus hermosos libros, trajo una nueva escritura, una nueva sensibilidad, nuevos rostros porque sus personajes eran eso, personas que acaso estaban invisibles en la literatura peruana. Y ese es uno de los grandes valores de su obra, la de rescatar una identidad, una cultura como es la cultura de la negritud en nuestro país.
Ya lo dijo Miguel Gutiérrez: “Gálvez Ronceros no solo es un buen narrador de historias, sino que, después de Ribeyro, es el más notable cuentista de la Generación del 50”.
Antonio Gálvez Ronceros nació en El Carmen, Chincha, en 1932. Después, cuando aún era muy pequeño, la familia se trasladó a Chincha Alta. Vivir en la ciudad; sin embargo, no lo privó de acercarse al mundo rural, a la campiña. Allí conoció ese universo que después trasladaría a las páginas de sus libros, con la mejor escritura, con justicia, con gracejo, humor y mucha humanidad.
El también autor de La casa apartada perteneció a la Generación del 50 y al grupo Narración junto a los recordados Miguel Gutiérrez, Gregorio Martínez, Oswaldo Reynoso, Augusto Higa, entre otros. Después de graduarse en La Cantuta, ejerció la docencia en San Marcos, en donde dictó, entre otros cursos, el Taller de Narración y formó nuevas generaciones de escritores.
Entre otros reconocimientos, recibió en 2012 el Premio Casa de la Literatura Peruana y, en el 2015, la distinción de profesor emérito de San Marcos.
Incursionar en la campiña de los negros de Chincha fue capital para Antonio Gálvez Ronceros. Pero no lo hizo como visitante, sino como parte de ese universo, movido por vínculos solidarios, de allí, entre sus cuentos, los caporales y mandamases reciben el filo de su fina ironía. Sí, en esas vivencias ordinarias de sus personajes del campo uno puede apreciar el fulgor y la sabiduría de la gente de a pie y que el recordado autor supo recoger.
“Yo recuerdo haberle escuchado contar a mi madre, que fue maestra de una escuela de primaria, que el director había dicho que no se iba a recibir a ningún negro. Así ha sido siempre el Perú. Sospecho que a ese director le daba vergüenza que la gente se entere de que en el colegio que dirigía había alumnos negros”, explicó sus razones críticas a la revista IDL.
Otro rasgo de su narrativa es el humor. Nada más fresco y natural las situaciones que recrea. Por supuesto, él tenía una explicación: “El humor está presente y aflora deliberadamente cuando el afrodescendiente se propone divertir al resto, pero no me interesa recoger eso en mis libros. Lo que me interesa es que el personaje no se dé cuenta de que está provocando el humor. ‘En eta vida hay tre clase de só. Só de prata, só de cielo y só de borica’. El personaje provoca el humor, pero no es consciente porque esa es su forma de hablar”.
Conocimos a Antonio Gálvez Ronceros en las aulas de San Marcos. Por eso, aquí recojo el testimonio de sus amigos, profesores o escritores de esta casa de estudios.
“Yo creo que Antonio Gálvez Ronceros, junto con Luis Loayza, son los maestros de la prosa en el Perú. Pareciera dictada por los dioses las líneas que él escribió y, por eso, nadie puede reclamarle la brevedad de su obra porque era un orífice de la palabra”, dice el poeta Marco Martos.
“Los primeros cuentos que escribió en Los ermitaños –agrega el autor de Casa nuestra-, ya causaron asombro y ahora mismo todos esos cuentos merecen pasar a una antología del cuento peruano. Después fue consolidando su obra y, digamos, tuvo lo que podría ser la fase más popular porque incorporó dichos y formas de la gente que hacía que estos pobladores de Chincha, como El Carmen, por ejemplo, se reconociesen en lo que él escribió”.
Para Cronwell Jara, el gran autor de Montacerdos, Gálvez Ronceros inauguró una nueva forma de escribir. Aquí su sentido testimonio:
“Se va uno de los escritores más consagrados últimamente por la frescura y originalidad de su literatura con Monólogo desde las tinieblas. Inaugura una nueva forma de narrar y trasmite el verdadero carácter de la negritud en el buen sentido, la frescura, la alegría, la forma de expresarse, los giros idiomáticos, sus dichos. Todo está allí en su buena literatura, que es muy propia. No hay otros escritores de la literatura peruana que tenga esos matices, ni López Albújar, ni Diez Canseco, ni Goyo Martínez, es sumamente original y, por lo mismo, quedará como una literatura clásica. Definitivo”.
El velatorio. Los restos mortales del recordado escritor se velarán en la Casona de San Marcos. El sepelio será en Los jardines de la Paz, en Lurín.