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Cultural

Iván Ayón-Rivas: “El mariachi ha sido mi escuela de música y de vida”

El reconocido y joven tenor peruano cantará por primera vez en el Gran Teatro Nacional. Aquí habla de su formación artística, su experiencia vital y disciplina.

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Iván Ayón-Rivas se presentará este 14 de abril en el Gran Teatro Nacional. Foto: Félix Contreras/La República

No solo eran las rancheras que cantaba desde niño en el grupo de mariachis de su padre, sino también la cumbia de Agua Marina o la cumbia sanjuanera, que le movía el cuerpo y el espíritu, en su natal Piura. Iván Ayón-Rivas, hoy considerado como uno de los grandes tenores del mundo, está en Lima y ofrecerá el viernes próximo un concierto en el Gran Teatro Nacional. Ha conquistado grandes premios internacionales de ópera, y ha cantado en escenarios mundiales como el Teatro Bolshói de Rusia, La Ópera Estatal de Viena y La Scala de Milán, solo para citar algunos paraísos de la ópera. Y pensar que todo empezó con las canciones de los charros de México.

—¿Jorge Negrete, Javier Solís o Pedro Infante?

Pedro Infante, de todas maneras.

—¿Qué reconoces en Pedro Infante?

—La técnica. Tiene una técnica muy clásica y una voz tan pura, tan libre, un canto relajado y estentóreo.

—¿Los mariachis han sido tu escuela de canto?

—Mira, en realidad, ha sido mi escuela de la vida y, claro, de la música, en general. El mariachi me dio la oportunidad de experimentar ciertos extremos sobre lo que es el trabajo en la música. Me hace ver que el trabajo que hago ahora como cantante lírico es más fácil que el que hacía con el grupo de mariachis.

—¿Hubo una edad donde dijiste: “Voy a ser cantante”?

—No. Jamás pensé ser cantante. Jamás fue mi sueño. Nunca tuve la idea de ser un cantante lírico hasta el momento de ganar el concurso de Radio Filarmonía, en 2013, cuando tenía 20 años. Estudié canto porque era la cosa que me salía más fácil en ese momento. Quería estudiar música, pero no sabía qué estudiar, si retomar la trompeta, violín o estudiar algo más. Con el concurso me di cuenta de que el canto era lo más fácil.

Escena. En la ópera Macbeth de Giuseppe Verdi, en La Scala. Foto: difusión

—Y cuando cantaste a los 11 años ‘Granada’, con tu maestro Arturo Hernández, ¿no fue el punto de partida?

—No, pero, digamos, fue cuando me di cuenta de que podía hacer un poco más en el canto. Pero como te comentaba, nunca fue mi sueño. Cantar en grandes teatros lo vivo como un regalo del día a día, lo tomo con responsabilidad, con esmero y estudio. Solo me considero un apasionado de la técnica y estudio y eso tiene consecuencias: cantar en grandes teatros.

—O sea, ganar un concurso de canto solo significa que ese puede ser el camino.

—Exacto. No es un punto de llegada, sino un paso más de un camino que uno se traza. Pensar que ganar un concurso significa estar listo solo para trabajar, ir a los escenarios y a más, es erróneo. Tenemos que darnos cuenta de que somos jóvenes, que aún estamos en formación y que tenemos que estudiar. La decadencia del cantante comienza cuando siente que tiene que dejar de estudiar. Una vez le preguntaron al gran tenor Beniamino Gigli, al salir del teatro: “Maestro, ¿cuándo dejó de estudiar?”. El tenor respondió: “Hace 10 minutos”. El maestro tenía más de 60 años.

—¿Decidir ser cantante significó renuncias, como dejar tus estudios de Administración?

—No, eso fue muy fácil, para nada fue un sacrificio, pero sí fue un golpe para mi mamá (risas). Para mí fue la felicidad. Decidí por la música, ingresé al Conservatorio y encontré mi lugar. A lo que sí renuncié fue a ir a una fiesta, a tomar con mis amigos, a jugar fútbol con ellos. Eso me privó el canto.

—Vives en Italia, ¿a los italianos les gustan los mariachis?

—En Europa, en general, les gusta mucho. En Italia tuve la suerte de ingresar a un grupo de mariachis de un amigo de la familia, que yo le digo tío de cariño. Los fines de semana iba a cantar con ellos porque tenía que pagar habitación, comida y tenía que seguir estudiando.

—Cuando llegaste a Italia, has dicho que tu futuro aún no estaba escrito.

—Yo llegué a estudiar con el maestro Roberto Servile para hacer un trabajo de voz técnico. No tenía contrato, no tenía un agente, no tenía un futuro escrito. Pero después gané el premio Luciano Pavarotti en el concurso Premio Etta e Paolo Limiti. Fue entonces que conocí a mi agente y empezamos a trabajar juntos.

—Dicen que uno de tus secretos antes de un concierto es tomar mate…

—Tomo mate todo el día. Me da mucha fuerza para empezar la mañana; además, es antioxidante, relajante, diurética y te baja el peso también (risas).

Iván Ayón se fue a Italia el 2015, pero vuelve al Perú cada cierto tiempo. Foto: Tatiana Mazzola

—Eres amigo de Juan Diego Flórez, ¿lo frecuentas?

Sí, justo ahora he estado en su casa, en Viena. Vino a verme en mi concierto. Es una cosa grande tener confianza con el mejor tenor del mundo.

—¿Es maestro, es consejero?

—Sí, claro, me ha dado muchos consejos para afrontar la carrera, para administrar la energía en el escenario. Yo soy muy preguntón y nos pasamos horas hablando.

—¿Con qué personaje de la ópera te identificas más?

Me gusta mucho el rol de Rodolfo de La bohème, de Giacomo Puccini. Es un personaje muy humano, pero también me gusta mucho el rol de Ruggiero, de La Rondine, también de Puccini. Son personajes muy naturales. Son personajes muy reales que tranquilamente puedo ser yo, un compañero o cualquiera que está caminando en la calle.

Visión del terruño

—¿Iván, el chico de Piura, es distinto a Iván de La Scala?

—No. Si eso fuera así, sería un paciente psiquiátrico. Yo soy la misma persona tanto en La Scala como en mi casa o con mis amigos. Claro, en escenarios tengo que ser profesional.

—¿Lealtad a los orígenes?

—La base de la humildad es no olvidarte nunca de los orígenes, de dónde saliste.

—Has encontrado un país convulso, ¿qué te suscita?

—Mucha pena. Nuestro país es hermoso, tiene todo y está pasando esta situación. Me da pena, pero al mismo tiempo me da cólera que solo sea un círculo de personas que quieran dirigir el país. Mi generación está lista o casi lista para tomar las riendas del país.

—Insinúas, ¿los viejos políticos se han apoderado de país?

—Mejor no hablar de política, la discusión será larga.

Iván Ayón-Rivas se llevó tres importantes premios a casa tras la gala Operalia, de Plácido Domingo. Foto: composición/captura de Operalia/P.Rychkov / Bolshoi Theatre

—Piura, tu tierra natal, está inundada.

—Sí, me da mucha pena por mis paisanos y estoy pensando hacer algo para ayudarlos. Esto pasó antes y va a pasar en el futuro y da rabia que las autoridades locales no han hecho nada o quizás quisieron hacer y no recibieron ayuda.

—¿El vals peruano no te atrae como cantante?

—No, la verdad yo no crecí con el vals. Aparte de los mariachis, crecí con la cumbia, de Agua Marina

—¿La has bailado?

—Siempre. Aparte de los mariachis, crecí con la música del norte, que tiene gran influencia de Ecuador, como sanjuanitos, pasillos y la cumbia sanjuanera. A mi abuela le gustaban mucho los pasillos, los tristes con fuga de tondero, el tondero. Esa música es de mi niñez. Sí, hay algunos valses como ‘Rosal viviente’, ‘Mis algarrobos’. Supe de los valses limeños cuando empecé a conocer la música que se escuchaba en Lima.

Datos

El concierto. Será el viernes 14 de abril, con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Pablo Sabat. 8 p.m.; entradas en Teleticket.