Estaban prestos, pluma en ristre, los escribanos estaban allí para dar fe de lo que invertían los españoles en la conquista del imperio de los incas. Era el marco legal, anotaban todas las transacciones que estos hacían. Anotaron, por ejemplo, lo que invirtió Pizarro para capturar Atahualpa, que luego pagó con el rescate del inca. Daban fe de la compra de caballos, esclavos, armas, ropa, vino, herramientas, hasta condimentos como jengibre y pimienta.
Ricardo Moreau Heredia, jefe institucional del Archivo General de la Nación (AGN), dice que todo esto sabe gracias al Protocolo ambulante de los conquistadores, conocido también como el Libro Becerro, que es una joya documentaria colonial redactado por seis escribanos entre 1533 y 1538 y que el AGN, con el apoyo del Colegio de Notarios de Lima, publicará en enero próximo.
El Libro Becerro, hecho de papel de trapo con empaste de cuero, fue descubierto a finales del siglo XIX, en la notaría de Adolfo Prieto y que luego pasó al Archivo General de la Nación el año 1923. Ahora, con esta edición, prologado por Miguel León Gómez, traducida a un castellano moderno, será accesible para todo lector.
“La conquista tuvo tres factores: la miliacia, a través de los soldados; los sacerdotes, que era la iglesia y los escribanos, quienes traían el marco normativo del imperio a las nuevas tierras. Y lo que se evidencia en este libro es que muchos conquistadores también eran escribanos y sacaban provecho de esa ventaja para generarse propiedades y riquezas”, señala Ricardo Moreau.
Libro. Portada de la edición en castellano moderno. Al lado, original de Protocolo.
— ¿Asumían rol de legalistas?
— Así es, el escribano era la figura legal del proceso de conquista. Es decir, eran funcionarios de la fe pública como son hoy en día los notarios. Lo que se aprecia en el Protocolo son las transacciones, los poderes que se dan en la compra y venta de esclavos, no solo esclavos negros sino también de esclavos nativos. Es que los conquistadores venían desde México, bajando por Centroamérica hasta nuestra tierras, venía con nativos nicaragüenses y de otros lugares, como de Ecuador, que eran enemigos de los incas y apoyaron la conquista.
— ¿También hubo escribanos para indios?
— Así es, hubo escribanos para indios, como es el caso del notario Pedro Quispe, que atendía causas de los indios. Guamán Poma los dibuja.
— ¿Y en sus escrituras, qué es lo que más anotan los escribanos?
— Más de la mitad de estos documentos anotan préstamos de dinero para solventar el proceso de la conquista.
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— Miguel León Gómez en el prólogo señala que Hernán Cortés era también escribano...
— Así es. Era escribano. Hernán Cortés había estudiado dos años de derecho y retórica en la universidad de Salamanca y sacó ventaja de su conocimiento jurídico para asentar su poder en el nuevo reino, como dice León Gómez.
— Con respecto a Pizarro, ¿qué anotaron los escribanos?
— En el caso de Francisco Pizarro, anotaron que el conquistador firma un contra de compra-venta de bienes para desarrollar la campaña de la conquista. Figuran dos escrituras que suscribe Pizarro, una de ellas en Cajamarca y hace referencia que Pizarro firma un contrato de préstamo de dinero para comprar caballos, víveres. Y allí dice que cuando traigan el oro del rescate del inca va a pagar el préstamo.
— Entre los escribanos que redactoron el Protocolo, ¿a quiénes destaca?
Uno de los más conocido es Jerónimo de Aliaga, conquistador y escribano que participó no solo durante la captura de Atahualpa, sino también aparece como testigo cuando el rey de España manda a fiscalizar los intereses reales y tributos a la corona y dice que los Pizarro no los respetaron y se adueñaron del oro y plata del Cusco. Al final, se va a España, pero deja familia. La Casa Aliaga, en el centro de Lima, son de sus descendientes. Otro escribano es Domingo de la Presa, que fue el primer escribano de Lima y participó en la fundación de la Ciudad de los Reyes. Su firma aparece en el acta de fundación.
— En la bóveda del AGN se guarda mucha memoria del país para rescatar.
— Pero no solo en el AGN, sino también los gobiernos regionales y municipalidades guardan valiosos tesoros documentarios y tienen que velar por ellos, pero lamentablemente no lo hacen. Desde aquí queremos hacer un llamado para que inviertan en su memoria, que es parte de su identidad. Estuve el Cusco, en el archivo del Colegio Salesiano y solo tienen documentos de 1910 para adelante, ¿y de los 350 años anteriores dónde están? Con los archivos, pasan muchas cosas, como terremotos, incendios, descuido y también robo, hay que decirlo.