¿En qué escenas dramáticas les ha puesto la pandemia a los hacedores de teatro?
Yuyachkani, en sus 50 años de existencia, ha vivido muchas crisis. Hemos tenido crisis siempre, porque nuestro interés siempre ha sido dialogar con nuestro país, con sus conflictos, sus sueños y posibilidades. Así vivimos el conflicto armado interno y aprendimos mucho de ese periodo que se ha visto a través de las obras que hemos hecho. Pero esta es una crisis de otro tipo, yo diría crisis civilizatoria, que va a dejar grandes consecuencias. Nos exige a cambiar las formas de entender el teatro. Yo creo que el teatro cambia en su relación con el mundo de afuera. El teatro no es algo que tú decides en un escritorio. Para mí, el gran tema de este tiempo es de cómo nos vamos a ocupar del dolor, de cómo nos estamos ocupando de esa huella dolorosa que acompañará a los sobrevivientes de este periodo que va a ser de un largo proceso para curar. Con ese tema actualmente estamos trabajando una obra, porque son tiempos de no solo resistir, sino también de persistir. Y no solo en Lima, sino también en las regiones y provincias.
¿Desde el Ministerio se puede hacer más por el teatro?
Creo que sí, se puede y se debe en la medida de entender que la cultura, las artes no son adornos de la vida, sino son espacios fundamentales. Lamentablemente no hay el apoyo suficiente que debería tener. Pienso en los grupos de las regiones, porque allí hay una realidad que desconocemos.
En este marco de crisis política, hasta moral, ¿qué celebramos en el bicentenario?
No tenemos nada que celebrar. Lo que ha revelado esta pandemia es que tenemos un Estado sustentado en la exclusión. Realmente la pandemia no es tan democrática como se dice, porque golpea al pueblo de una manera más cruel. Cómo puedes decirle lávate las manos donde no hay agua; quédate en casa cuando no tienes casa, pues alguna familia duerme en un cuarto. Hay familias condenadas a vivir en espacios muy pequeños. Y qué decir del desempleo, con una economía informal. Lo que se ha puesto en cuenta es que este sistema, este supuesto crecimiento económico, que ha sido solo para algunos, no ha significado cambios en la redistribución. Lo que ha hecho esta pandemia es revelar y poner en crisis el sistema que se nos ha vendido como el único. Justamente las artes, el teatro nos ponen en movimiento la mente y nos hacen entender que otros mundos son posibles.
Pero eso significa contravenir ciertos proyectos políticos...
Es que el fin supremo de la política es el bienestar del colectivo, por eso nos interesa la política. Yuyachkani nunca ha ocultado su acción política porque la acción política es la responsabilidad que tienes con tu país, con tu gente, porque alguien tiene que tomar la decisión, y nosotros no nos escondemos. Y no necesariamente tiene que ser una política partidaria, sino política en el sentido de nuestra condición ciudadana de exigir derechos.
Para hablar en términos de teatro, la pandemia nos ha puesto las escenas que estaban allí, pero no las veíamos...
Exacto. Es como poner una lupa sobre una realidad que no hemos querido ver. Pero bueno, yo tengo la esperanza de que esta crisis nos mejore en nuestra condición humana. Nos haga más sensibles y podamos buscar consensos y buscar por delante el bienestar de nuestra comunidad. Yo creo que esta campaña electoral ha revelado la estrechez de mira de la clase política, haciendo promesas ridículas, falsas, traficando con el dolor.
Una acusada de corrupción podría acceder a la presidencia.
No hay que abandonar la esperanza. Creo que hay que leer el resultado de las elecciones. No leerlo con la caricatura con la que se está leyendo ese caudal electoral inmenso que se opone a la amenaza de repetir la dictadura. Cómo es posible que una señora, Keiko Fujimori, procesada por la justicia, pues la acusación es muy concreta, la de ser cabeza de una organización delictiva, aspire a la presidencia. Yo me niego a pensar que no tengamos memoria y estemos condenados a repetir esa nefasta historia.
No hemos aprendido nada.
Hemos aprendido muy poco. Yo tengo la esperanza de que no repitamos esa historia del fujimorismo.
Y en el otro lado, hay una izquierda, como dicen los analistas, anacrónica.
Mira, lo que pienso es que el señor Pedro Castillo va a tener una política de alianzas con los sectores más sanos de la sociedad, tampoco se trata de darle un cheque en blanco, sino poner condiciones. Obviamente, hay muchos planteamientos conservadores de su parte, en algunos temas tiene una visión machista, que tampoco podemos permitir. Apoyarlo no tiene que significar un cheque en blanco. Significa sentarse a conversar y a llegar a acuerdos y, al parecer, él está en esa disposición y eso me parece importante y necesario que se haga.
Más allá de la figura del candidato, ¿el caudal electoral de provincia significa la revelación de un país que Lima desconoce?
Efectivamente, más allá del candidato, a mí me interesa ese electorado que pone una esperanza de cambio. Este es también un gran llamado de atención al país, que nos está dando señales de que aquí hay una clase política que no mira al Perú de manera integral y eso me parece gravísimo.
¿De algún modo, este voto provinciano nos trae a la memoria a Arguedas?
Arguedas es fundamental. Estos días leía Katatay, que es tan pertinente en tiempos como este. Pero yo pienso sobre todo en los zorros arguedianos, anunciadores del cambio. Arguedas halló los zorros en Dioses y hombres de Huarochirí y los llevó a sus obras, los puso también en Chimbote en un momento de crisis del Perú. Me siento muy cercano a esos zorros. Están queriéndonos decir algo. Hay que escucharlos, al zorro de arriba y al zorro de abajo.