Jean-Luc Godard, icónico del cine fránces, falleció este 13 de septiembre. Su nombre pertenece a la imaginación colectiva. Todos tienen opiniones sobre el cineasta y no podían ser más opuestas. ¿Genio revolucionario o villano de paradigmas? “Soy un adicto a las películas, absolutamente loco por el cine”, así se definía el director de “À bout de souffle” (1960) y “Vivre sa vie” (1962).
Poco se sabía del hombre detrás del mito. Se le trataba como una reliquia intocable de rareza invaluable. No obstante, eso cambió cuando lo humanizaron en los escritos de su musa Anna Karina y el largometraje “Godard mon amour” centrado en su romance con Anne Wiazemsky así como sus crisis creativas y existenciales como cineasta.
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Las primeras películas de Godard sorprendieron al público por su revolución técnica y artística. Desde rodar cámara en mano, otorgar libertad creativa a actores a saltar entre planos, los métodos que empleaba eran poco ortodoxos. Su atrevimiento buscaba romper códigos narrativos, deshacerse de falsos caretos y mostrar el mundo tal como era.
De esta forma, terminó instaurándose la Nouvelle Vague, la nueva ola del cine francés que protesta contra las convenciones de Hollywood. Este movimiento no podía ser más afín al espíritu disconforme y disruptor del director que fungió como crítico antes de volverse creador.