Ha pasado un tiempo desde que el cine de superhéroes no regocija al público por su ingenio y atrevimiento puestos en escena. Irónicamente, los responsables de esta hazaña fueron unos supervillanos reclutados para formar un escuadrón suicida bajo la dirección de James Gunn. Una vez visto el resultado, esperemos que The Suicide Squad no sea una incursión del cineasta en DC Films sin boleto de retorno.
La presentación es importante para estos personajes (pregúntenle a Megamente). Por eso, la película funciona mejor como reboot que como secuela de la cinta de David Ayer. La gran diferencia de ambas producciones es que Gunn no tuvo correa ni los asaltos del estudio Warner Bros. Gracias a esto, dio rienda a su imaginación para deleitarnos con un parque de atracciones cuya clasificación R la volvió incluso más irresistible.
The Suicide Squad no solo es un lavado de cara al equipo de maleantes, sino también una renovación de fe para los fanáticos de DC Films y un soplo fresco al cine de superhéroes. Entre los extremos de la desolación e infantilización, la película sobresale como una rareza gracias a su premisa alocada, actitud desenfadada y falta de complejos.
Así como con Guardians of the galaxy en Marvel Studios, Gunn repite el mismo éxito pero con nuevas reglas sobre la mesa, y podemos afirmar que no las desaprovechó en absoluto. Irreverencias, brutalities y carcajadas son las bazas con las que apuesta a lo grande en una ‘modernización supe’ de The dirty dozen con toques de The expendables y Deadpool.
Durante sus 132 minutos, el único límite lo establece la imaginación de los creadores: cada secuencia le declara la guerra a la previsibilidad, cada protagonista tiene un momento para brillar, la muerte es una amenaza constante, mientras que la comedia y el gore serán motivo de fiesta para nuestro yo más adolescente, sediento de diversión anárquica.
James Gunn dirige la nueva versión de Escuadrón suicida. Foto: Warner Bros
No es fácil mantener el temple al momento de crear una comedia tan desvergonzada, porque la lucidez se suele perder entre tantas risas y la cinta inteligente se convierte en una bufonada. Por suerte, James Gunn nunca pierde la compostura en un escenario tan irreverente, incomprendido y pocas veces valorado como entretenimiento.
Si uno no creía en segundas oportunidades, el film demuestra que vale la pena revisitar fracasos y rescatar el oro de entre tanto cobre. Habría sido una pena que un premisa tan atractiva haya sido abandonada tras el fallido intento del 2016. Por suerte para los fans, no tuvimos que esperar muchos años para obtener un reboot u otro director’s cut.
Al término del visionado, los integrantes de The Suicide Squad ya no son los jugadores de última división e indeseados que solo podrían ser reconocidos en una convención de la Comic-Con. Ahora consiguieron el prestigio y la popularidad en una temporada donde lo políticamente incorrecto es el último grito de la moda, aunque la trascendencia dependerá más de sus seguidores que de sus proezas cinematográficas.