En la industria cinematográfica se habla, principalmente, de dos tipos de actores: aquellos que han triunfado gracias a papeles clave a los que han dado vida y los que han asumido roles tan variados, pero cuya carrera no ha sido reconocida como se merecen.
Dentro de aquellos considerados como infravalorados, uno de los nombres que salta a la palestra es Patrick Wilson, quien a lo largo de su carrera se ha visto inmerso en múltiples historias de diferentes géneros. Así lo hemos visto desde metahumano en Watchmen y Aquaman hasta en el multipremiado drama Little children, el cual protagonizó junto a Kate Winslet, quien obtuvo una nominación al Oscar por su interpretación en el filme.
Si bien la actuación de Wilson ha sido constante y bien recibida por los espectadores en los diversos largometrajes de los que ha participado, fue a raíz de El conjuro cuando logró el status de estrella mundial. No obstante, dicha saga y sus diferentes historias derivadas no han sido las únicas que lo han posicionado como un referente.
Antes de convertirse en el experto demonólogo Ed Warren, el actor ha formado parte de otra atemorizante franquicia. Ambos papeles han significado un renacer su trayectoria y, curiosamente, las respectivas entregas tienen a James Wan como artífice.
Los inicios del actor de 48 años en el miedo se remontan a 2010, cuando encontró un inesperado nicho: las películas de terror. Ese año dio vida a Josh Lambert en Insidious —conocida como La noche del demonio en los países de habla hispana—, donde exploró una versión vulnerable de la firme paternidad que las cintas de este tipo están acostumbradas a ofrecer, aunque a inicio no lo hayan mostrado de esa manera.
El personaje vivía en negación ante la presencia de fantasmas y otras entidades paranormales. No obstante, la evolución de la historia nos explica que todo tiene origen en una experiencia de Lambert con estas figuras oscuras. Con ello se abre una oportunidad para conocer el contexto y los siguientes giros de trama.
Una continuación trajo nuevamente a Wilson en el mencionado papel. Sin embargo, esta vez la sinopsis giraba en torno a un Josh Lambert atorado en una dimensión demoniaca, mientras su cuerpo vaga en el plano terrenal con un ente como su nuevo habitante. En ese sentido, podemos afirmar que Insidous nos dio una perspectiva del asedio diabólico a su objetivo.
Por su parte, Ed Warren es totalmente opuesto al Sr. Lambert: en El conjuro, Wilson da vida a una figura con mayor estabilidad y quien toma las riendas —junto a Lorraine, su esposa—, en las luchas espirituales. En este caso, deja de lado su imagen de víctima para encabezar casos de investigación que giran en torno a posesiones y en donde una presencia religiosa es la base de la solución.
De hecho, para Ed, un crucifico o citar los párrafos en latín de un manuscrito bíblico dejan de ser simples accesorios o vías de apoyo y se posicionan en verdaderas armas de guerra, donde la convicción religiosa del hombre de fe se convierte en algo notorio a la vista. Es como si su temor a lo divino es casi tan fuerte como su creencia en el mal. En ese sentido, la sensación de miedo se proyecta de una manera más realista.
Pese a las críticas que ha recibido El conjuro 3 en comparación a sus entregas anteriores, es innegable que la química entre los personajes de Wilson y Vera Farmiga nos enfrascan en algo más que una cinta común y corriente que busca asustar, su propósito es que vivas una experiencia completa. Asimismo, ambas interpretaciones logran, además, que el espectador sienta empatía por ellos, que los sientan como si fueran real y ello es lo que más ha destacado la opinión especializada.