
Un grupo de astrónomos ha detectado lo que parece ser un agujero negro que, después de ser “devorado” por una estrella gigante, logró dar vuelta la situación: se hundió hasta el núcleo del astro y, desde allí, empezó a devorarlo poco a poco.
La señal de este fenómeno extraordinario llegó a la Tierra como un murmullo lejano: un estallido de rayos gamma que se prolongó durante siete horas, algo nunca antes visto en eventos que usualmente son fugaces.
Aquel fenómeno, denominado GRB 250702B, fue captado el pasado 2 de julio por el telescopio espacial Fermi de la NASA, especializado en rayos gamma. Estos estallidos, conocidos como GRB por sus siglas en inglés, son potentes emisiones de luz de altísima energía, que normalmente surgen cuando una estrella masiva colapsa o cuando objetos densos, como estrellas de neutrones, chocan entre sí.
Lo que hace único a GRB 250702B no es solo su origen, sino también su tenacidad: mientras la mayoría de estos estallidos se extinguen en apenas unos minutos, este duró casi un tercio de día, una duración extraordinaria para este tipo de fenómenos.
El brillo del GRB 250702B no se limitó a los rayos gamma. Telescopios tanto en la Tierra como en el espacio, entre ellos el Hubble y el JWST, captaron también un brillo en el infrarrojo lejano, lo que confirmó que el origen del fenómeno se encontraba a casi 9.000 millones de años luz.
Contrario a lo que algunos pensaron al principio, no se trataba de un suceso cercano en nuestra galaxia, sino de una explosión ancestral en los confines del universo. Lo más sorprendente fue que su señal mostraba pulsos casi rítmicos, como si el corazón del objeto central latiera con vida propia.
La extrañeza del estallido ha abierto un debate entre los astrofísicos. Una de las hipótesis más importantes propone que, en lugar de que una estrella colapsara para formar un agujero negro, que es lo habitual, esta vez un agujero negro de masa estelar se precipitó dentro de una estrella envejecida, iniciando un proceso sin precedentes.
Al introducirse en la densa envoltura de la estrella, el agujero negro comenzó a rozar y desgarrar su material, descendiendo poco a poco hasta alcanzar el núcleo y destruirlo desde adentro. Este voraz acto de “canibalismo cósmico” habría alimentado un chorro de energía tan intenso que llegó a la Tierra como el prolongado GRB que observamos.
Los estallidos de rayos gamma (GRB) se conocen desde los años 60, cuando satélites militares estadounidenses, diseñados para detectar pruebas nucleares secretas, empezaron a registrar destellos breves y extremadamente potentes. Décadas más tarde, los astrónomos descubrieron que muchos de estos flashes estaban relacionados con explosiones de supernovas, donde el colapso de una estrella da lugar a un agujero negro.
GRB 250702B, sin embargo, no encaja en este patrón. Su duración ya es inusual, y su ubicación sugiere un origen diferente. Según algunos científicos, el fenómeno podría haberse producido en los bordes de una galaxia, donde un agujero negro de masa intermedia, más pequeño que los supermasivos, pero mayor que los estelares, habría interactuado con una estrella compañera, generando un evento único en el cosmos.

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