
Una reciente investigación geológica ha revelado que la separación entre África y Sudamérica, ocurrida hace aproximadamente 135 millones de años, no fue un proceso lento y gradual como se pensaba anteriormente. El estudio, publicado en la revista Earth-Science Reviews, indica que esta división fue impulsada por erupciones volcánicas masivas que liberaron más de 16 millones de kilómetros cúbicos de magma.
Estas erupciones formaron extensas capas de roca ígnea que aún se encuentran en regiones de Sudamérica, África y el lecho marino del Atlántico, con espesores que superan el kilómetro en lugares como Namibia y Angola. Los investigadores también identificaron anomalías térmicas en el sur de Pangea, el supercontinente del que formaban parte África y Sudamérica.
Gracias a la integración de datos de geofísica marina, sísmica, geoquímica y modelado geodinámico, los investigadores identificaron un intenso periodo de actividad magmática entre hace 135 y 131 millones de años, con un punto máximo de erupciones registrado hace aproximadamente 134,5 millones de años.
Este fenómeno coincidió con la expansión del fondo oceánico sobre un manto inusualmente caliente, un proceso clave en la formación de márgenes volcánicos que presentan extensos depósitos de rocas extrusivas e intrusivas. "Se produjeron algunas extinciones y también algunas perturbaciones climáticas", afirmó el autor principal del estudio, Mohamed Mansour Abdelmalak.
La investigación permite precisar la cronología de la ruptura continental y también aporta nuevos elementos para entender sus consecuencias geológicas y climáticas. Los márgenes volcánicos, formados antes, durante y después de la separación de placas tectónicas, son ahora objeto de creciente interés científico.
El análisis detallado de estos entornos ofrece pistas sobre la dinámica interna del planeta y los mecanismos que impulsan los cambios estructurales a gran escala, al tiempo que ayuda a explicar cómo estos eventos pudieron influir en el clima global del Cretácico temprano.
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Una reciente investigación reforzó la hipótesis de que una anomalía térmica bajo el sur de Pangea desempeñó un papel clave en la lenta fragmentación del supercontinente. Esta anomalía, ubicada bajo la región que posteriormente se convertiría en Sudamérica y África, habría facilitado la ruptura de las placas tectónicas al debilitar la corteza desde abajo.
Aunque Pangea comenzó a fracturarse hace unos 200 millones de años, la separación de Sudamérica y África no ocurrió hasta 135 millones de años atrás, y la escisión completa entre Norteamérica y Europa tomó aún más tiempo, culminando hace apenas 55 millones de años.
El estudio sugiere que esta actividad geológica pudo haber sido provocada por un penacho del manto, una columna de roca extremadamente caliente que asciende desde el interior profundo del planeta. Esta estructura habría generado un intenso calor que adelgazó la litosfera continental, permitiendo la apertura de océanos y la formación de márgenes continentales.

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