
Un fósil marino hallado en Sudáfrica ha sorprendido a la comunidad científica por conservar tejidos blandos internos de forma excepcional, pese a tener más de 444 millones de años. Presentado oficialmente en 2025 por la Universidad de Leicester y publicado en la revista Paleontology, este espécimen representa un hallazgo sin precedentes debido a su forma de preservación: un caso raro de fosilización invertida, donde solo se conservaron músculos, tendones e intestinos, mientras que las partes externas del animal, como caparazón, patas o cabeza, no dejaron rastro.
El fósil pertenece a un artrópodo marino primitivo descubierto en la formación Soom Shale. Fue apodado 'Sue' por la paleontóloga Sarah Gabbott, quien dirigió el estudio durante más de 25 años y lo nombró científicamente Keurbos susanae en honor a su madre. Su preservación tan poco común reabre el debate sobre cómo se forman los fósiles y qué tanto sabemos de la evolución de las primeras especies animales.
La fosilización invertida es un proceso extremadamente raro en el que los tejidos internos de un organismo —como los músculos y órganos blandos— se conservan mientras las partes duras externas se pierden. Esto contradice los patrones habituales de fosilización, donde se preservan estructuras como huesos, conchas o caparazones. En el caso de Keurbos susanae, la mineralización ocurrió en un entorno marino con condiciones químicas muy particulares, ricas en compuestos como sulfuro de hidrógeno, lo que impidió la acción de bacterias descomponedoras.
Según los investigadores, una combinación de fosfatos de calcio y arcillas ayudó a recubrir rápidamente los órganos del animal, ya que creó un molde interno que resistió el paso del tiempo. “Sue es una cápsula del tiempo mineralizada”, señaló la Universidad de Leicester en su comunicado oficial. Esta forma de preservación abre nuevas vías para estudiar estructuras internas de animales extintos que normalmente no dejan huella fósil.
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El fósil fue descubierto en la formación Soom Shale, un yacimiento en las Montañas Cederberg ubicado a 400 kilómetros al norte de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Este yacimiento se formó durante el periodo Ordovícico, una era caracterizada por una glaciación global que provocó la extinción del 85% de las especies del planeta. Sin embargo, en ciertas regiones como esta cuenca marina, las condiciones extremas favorecieron la preservación de organismos que quedaron enterrados en sedimentos ricos en minerales y carentes de oxígeno.
La zona se distingue por su potencial único para conservar tejidos blandos, algo que rara vez ocurre en el registro fósil. “Durante más de dos décadas intenté encontrar otros ejemplares que completaran el rompecabezas, pero no tuve éxito”, señaló Sarah Gabbott. Finalmente, en 2025 decidió publicar el estudio y rendir homenaje a su madre con el nombre de la nueva especie. “Mi madre siempre dijo que debía seguir una carrera que me hiciera feliz. Para mí, eso significa cavar rocas, encontrar fósiles y tratar de entender cómo vivieron esas criaturas”, expresó la paleontóloga en el comunicado.
El descubrimiento de Keurbos susanae fue publicado en marzo de 2025, después de más de 20 años de estudio. Foto: composición LR/University of Leicester.
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Los artrópodos representan el 85% de las especies animales actuales, como insectos, crustáceos, arácnidos y milpiés. Su registro fósil, sin embargo, suele limitarse a partes externas como exoesqueletos y mandíbulas. El hallazgo de Keurbos susanae permite, por primera vez, observar el interior anatómico de un artrópodo marino tan antiguo, lo cual aporta nueva información sobre su estructura corporal y posibles modos de locomoción.
Aunque no es posible determinar si tuvo patas, aletas u otro tipo de apéndices, el tronco segmentado sugiere que el animal contaba con algún sistema de movimiento. “Este fósil nos muestra que podríamos estar subestimando la diversidad de los primeros artrópodos por depender exclusivamente de restos externos”, explicaron los autores del estudio. La falta de caparazón o extremidades impide su clasificación precisa dentro del árbol evolutivo, pero su conservación interna es clave para futuras comparaciones.
El fósil de 520 millones de años que conserva el cerebro y los intestinos es el de una larva de gusano, el cual se encontró en un estado muy bueno. De acuerdo con el artículo publicado en la revista Nature, un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Durham, en Inglaterra, realizó un análisis detallado de un fósil excepcionalmente bien conservado, conocido como Youti yuanshi.

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