Un descubrimiento asombroso ha dejado a la comunidad científica. Se trata de la Monorhaphis chuni, una esponja marina que vive en las aguas profundas de la Antártida y otras zonas del océano. Esta criatura ha sido capaz de sobrevivir durante más de 10.000 años, lo que la convierte en una de las especies más longevas de la fauna marina. Pero lo que la hace aún más fascinante es su capacidad para servir como un "archivo paleoclimático", revelando detalles del cambio climático a lo largo de milenios.
El estudio de la Monorhaphis chuni, realizado por un equipo de científicos del Instituto Max Planck de Química, ha permitido a los investigadores desentrañar los secretos que esconde su esqueleto, compuesto principalmente por dióxido de silicio, un material similar a la fibra de vidrio. Las capas finas que forman su estructura han registrado detalles clave sobre las variaciones de temperatura en el fondo marino, proporcionando una ventana única para entender el clima de la Tierra durante los últimos 11.000 años.
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La Monorhaphis chuni es una esponja vítrea que se encuentra en el fondo marino a más de mil metros de profundidad. Lo que la hace única no solo es su tamaño—alcanza hasta dos metros de largo—sino también su impresionante longevidad. Los investigadores descubrieron que este organismo marino ha logrado sobrevivir más de 11.000 años, siendo testigo de los cambios climáticos que han moldeado nuestro planeta. Gracias a su esqueleto compuesto por láminas de sílice, los científicos han podido realizar un análisis detallado del ambiente marino durante milenios.
Espículas de la especie de esponja Monorhaphis chuni en el fondo del océano. Foto: Max Planck
Este hallazgo se debe a la investigación de un ejemplar que fue recuperado en 1986 del Mar de China, a 1.100 metros de profundidad. La Monorhaphis chuni utiliza su estructura interna para almacenar registros de la temperatura del agua, como si fueran los anillos de un árbol. Estos registros han revelado variaciones significativas en la temperatura del mar, desde los 1,9°C en su nacimiento hasta el rango actual de 4°C. Estas capas, que se acumulan con el tiempo, han permitido a los científicos trazar un mapa preciso de cómo las fluctuaciones térmicas han influido en la fauna marina.
La Monorhaphis chuni es una criatura extremófila, lo que significa que vive en condiciones extremas, muy alejadas de las de los ecosistemas superficiales. La esponja marina se adapta a un entorno hostil para muchas otras formas de vida. Su cuerpo está diseñado para sobrevivir en la oscuridad total del fondo marino, donde las presiones son altísimas y la luz solar no llega.
Anillos internos de la espícula de la esponja Monorhaphis chuni. Foto: Max Planck
El esqueleto de esta esponja posee una gran resistencia y durabilidad, permitiéndole acumular capas microscópicas que sirven de "registro" de las variaciones térmicas a lo largo de los siglos. Cada una de estas láminas, de un grosor milimétrico, es testigo de cambios en la temperatura del mar, posiblemente derivados de fenómenos como la actividad volcánica submarina o fluctuaciones naturales en el clima marino. Estos cambios en la temperatura son una de las claves que permiten a los científicos estudiar cómo el clima ha evolucionado en el último milenio y cómo los organismos marinos han respondido a esos cambios.