Un grupo de arqueólogos ha hallado restos de una sociedad agrícola de 5.000 años de antigüedad en el sitio de Oued Beht, Marruecos, reconocido como el asentamiento agrícola más antiguo fuera del valle del Nilo. Los primeros estudios indican que esta comunidad, conformada por cientos de personas, practicaba una agricultura avanzada y contaba con una estructura social compleja, revelando un nivel de organización hasta ahora desconocido en la región.
Un equipo de investigadores, liderado por expertos de instituciones internacionales, descubrió en el yacimiento una variedad de herramientas de piedra, cerámicas decoradas y restos de animales y plantas domesticadas. Este hallazgo, sin precedentes, ofrece evidencia de una civilización agrícola que habitó la región entre el 3400 y 2900 a. C., proporcionando nueva información sobre los intercambios comerciales y culturales entre África y las primeras sociedades mediterráneas.
El yacimiento de Oued Beht se encuentra en el norte de Marruecos, en una zona estratégica entre las costas del Mediterráneo y el Atlántico. Aunque fue descubierto en los años 30 por colonos franceses, el interés en la excavación se reavivó recientemente cuando el arqueólogo marroquí Youssef Bokbot, del Instituto Nacional de Ciencias Arqueológicas y Patrimonio de Marruecos, decidió investigar el lugar junto a un equipo internacional de expertos.
Al excavar el sitio, el equipo arqueológico halló restos que datan entre el 3400 y 2900 a.C., lo que convierte a Oued Beht en el asentamiento agrícola más antiguo de África fuera del valle del Nilo. Este asentamiento pone en evidencia que la región del Magreb desempeñó un rol significativo en el desarrollo de la agricultura prehistórica y refuerza la teoría de que África fue un punto de conexión entre Europa y Oriente Medio.
Mapa de la sociedad agrícola antigua en Marruecos. Foto: Toby Wilkinson
La sociedad agrícola de Oued Beht practicaba la agricultura en un entorno árido, cultivando cebada, trigo, guisantes, aceitunas y pistachos. La presencia de grandes fosas de almacenamiento sugiere que esta comunidad había desarrollado técnicas para conservar alimentos, lo cual les permitió mantener excedentes para momentos de necesidad. Además, los restos de animales domesticados, como ovejas, cabras, cerdos y vacas, indican que también se dedicaban a la ganadería.
Los hallazgos incluyen hachas de piedra pulida y cerámica decorada, lo cual denota una habilidad avanzada en la producción de herramientas y en la elaboración de objetos utilitarios con cierto valor artístico. Esta producción parece indicar una organización social estructurada, con roles definidos en la agricultura, ganadería y artesanía, un rasgo característico de sociedades agrícolas complejas.
Además, los arqueólogos sugieren que esta comunidad pudo haber comerciado con otros pueblos del Mediterráneo, incluyendo sociedades de la península Ibérica y posiblemente Egipto. Los descubrimientos apuntan a que Oued Beht no solo se relacionaba con otras culturas, sino que fue un punto relevante en las redes de intercambio de la época. Este nivel de organización y conexión cultural muestra que África del norte, y específicamente el Magreb, no estaba aislado, sino que era parte activa de un mundo mediterráneo más amplio.
El descubrimiento de esta sociedad agrícola en Marruecos desafía las creencias tradicionales sobre el desarrollo de la agricultura en África y su influencia en el Mediterráneo. Cyprian Broodbank, arqueólogo de la Universidad de Cambridge y líder del equipo de investigación, afirmó, para un artículo en el portal LiveScience, que la región del Magreb era una pieza clave en el rompecabezas de la Prehistoria tardía, una contribución que había sido subestimada. El descubrimiento sugiere que las sociedades del norte de África no solo eran cazadoras-recolectoras o nómadas, como se creía, sino que también tenían habilidades agrícolas avanzadas.
Esta comunidad, según los estudiosos, era una mezcla de culturas provenientes del Sahara, la península Ibérica y Oriente Medio, lo que convierte a Oued Beht en un punto de encuentro y fusión cultural. Esta conexión revela que África no solo fue receptora, sino que también aportó activamente a la formación de sociedades complejas en el Mediterráneo.
Por otro lado, la evidencia de marfil y huevos de avestruz en Europa, que datan de la misma época, sugiere que estas rutas comerciales conectaban África con otras regiones, suministrando bienes valiosos que luego se dispersaban en el Mediterráneo. Esta interacción entre culturas fue esencial en la formación de una red mediterránea que, gracias a este descubrimiento, se entiende como mucho más integrada e interdependiente de lo que se pensaba.