La vainilla es un sabor omnipresente en todo tipo de golosinas, galletas, helados o hasta bebidas calientes y frías. Sin embargo, estamos poco familiarizados con la existencia de alguna fruta o algún producto particular que le ha brindado este sabor a muchos tipos de comidas. Lo cierto es que la vainilla es usada recurrentemente en la repostería: en las recetas, junto a la fresa y el chocolate, es uno de los ingredientes más importantes.
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Este sabor particular, como también olor, se encuentra —como su nombre lo dice—en las vainas exóticas de la planta Vanilla planifolia, la cual pertenece a la familia de las orquídeas. La sustancia se conoce como vainillina y se extrae de estas partes que previamente fueron impregnadas en alcohol. Al respecto, este elemento solo se obtiene de orquídeas con flores polinizadas, lo cual obliga a la industria a utilizar síntesis químicas del saborizante en su reemplazo.
Muchas veces para la preparación de postres hemos utilizado un frasco pequeño con una sustancia negra conocida como esencia de vainilla y siempre cuando leemos la lista de ingredientes nos dice que debemos colocarle una cucharadita al postre que deseamos preparar. Esto es producto de la maceración de la vaina en alcohol o licor por tres meses. Sin embargo, actualmente, en el 99% de los productos que presenta este sabor, este es más artificial y se han empleado saborizantes como melaza, jarabe de azúcar, aceite de castor y otros químicos.
A diferencia de la esencia de vainilla, el extracto, el cual proviene de esta planta de manera pura, posee un sabor mucho más intenso. Por esa razón, cuando necesitamos añadir este ingrediente en una preparación, lo hacemos con mucho mayor cuidado debido a su potencia.
La vainilla, como tal, fue descubierta por primera vez por la cultura totonaca, pueblo mesoamericano que habitaba en lo que hoy se conoce como estado de Veracruz, además del norte de Puebla. Este gran aporte del mundo prehispánico al occidental tuvo como primer nombre Xanath, lo cual en su idioma significa 'flor negra'.