Crear el híbrido hombre mono es una idea que la volvió a proponer el biólogo Ivanovich Ivanov en la Austria de 1910. Se especializaba en el campo de indagación sobre la hibridación animal e inseminación artificial. Pudo trabajar, después de obtener su doctorado en fisiología, con un referente del área como el premio Nobel Ivan Pavlov. De él aprendió a extraer glándulas sexuales animales para desarrollar técnicas de fecundación artificial en cabellos de pura raza.
Separado del primer científico ruso ganador del Nobel, el biólogo quiso ampliar su investigación a las especies de granja, pero perdió a sus mecenas, inversores de dinero que servían de sostén a ciertos académicos. No tuvo forma de emprender sus proyectos.
Años más tarde, con la revolución rusa, el teórico pudo tentar la posibilidad de aplicar su idea. Durante sus ponencias en el Instituto Pasteur de París, Francia, en 1924, Ivanov recibió un documento de dos directores de la junta europea que lo habían oído. Ambos consignaron la propuesta de hibridación humano simio como “posible o deseable”. Fue así que le concedieron la estación de chimpancés que el instituto tenía en Guinea, conocida entonces como África Occidental Francesa.
Los primeros científicos soviéticos aspiraban con la fusión genética entre simios y humanos para crearuna nueva raza. Foto: TASS
Ivanov volvió con la noticia a Rusia, entonces capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El régimen de Stalin primero rechazó la propuesta de 15.000 dólares de sustento, pero luego fue aceptada. El otro director Departamento de Instituciones Científicas del gobierno, Nikolay Petrovich Gorbunov, ordenó designar 5.000 dólares menos que la primera proposición.
La idea difundida en el gobierno entusiasmó a un representante del Comisariado de Agricultura, según registra Kirill Rossiianov en “Beyond Species: Il’ya Ivanov and His Experiments on Cross-Breeding Humans with Anthropoid Apes”. Envalentonado el funcionario, llegó a decir que el experimento de Ivanov sería “un golpe definitivo a las enseñanzas religiosas” y un valioso elemento de propaganda para “liberar a la clase trabajadora del poder de la Iglesia”.
El biólogo viajó a la colonia francesa en febrero de 1926.
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Ivanov inseminó junto a su hijo a tres hembras de chimpancé con esperma humano de donantes. Naturalmente, no consiguieron que los animales quedaran preñados. El biólogo atribuyó al fracaso la complejidad de laborar con primates.
El ruso quiso violentar mujeres africanas inseminándolas en un hospital de la zona con semen de chimpancés. Pretendió hacerlo sin consentimiento para evadir los papeleos.
El gobierno francés nunca se lo permitió. Cuando la Academia Rusa de Ciencias supo de su plan antiético, reaccionó con espanto e indignación. Pese a la postura de la intelectualidad, la Academia Comunista apoyó por razones ideológicas al proyecto del teórico. Incluso creó una comisión dirigida para hacer factible la inseminación de mujeres con esperma de simios. El proyecto definió tener voluntarias que no cobrarían y permanecerían aisladas durante un año en Sukhum, Georgia.
Los planes de Ivanov se truncaron en junio de 1929, cuando el primate orangután destinado al estudio murió.