Los agujeros negros se encuentran dentro de los misterios más estudiados por los astrónomos. Y no es para menos. Desde que su existencia fue predicha por la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, hace más de un siglo, los posteriores descubrimientos han indicado que dichos objetos están ahí afuera, en el inmenso cosmos, a la espera de ser revelados por nuestros instrumentos cada vez más avanzados.
Esto es lo que sabemos de ellos hasta ahora.
Un agujero negro es un objeto cósmico muy denso, ya que concentra demasiada masa para el tamaño que posee. Esta característica genera una gravedad tan potente que atrapa cualquier forma de materia o energía, incluso la luz. Y debido a que esta no puede escapar ni ser reflejada, el agujero permanece en oscuridad total.
Aunque todos los agujeros negros funcionan de manera similar, estos son clasificados en cuatro tipos, de acuerdo a su tamaño u origen.
El proceso de formación de un agujero negro es más conocido para los de tipo estelar. Como su nombre lo indica, surgen cuando el núcleo de una estrella masiva (de 20 masas solares o más) colapsa, lo cual hace que el astro explote.
Luego, toda la materia que no fue expulsada se comprime en un lugar tan pequeño que deforma el espacio-tiempo hasta volverlo un pozo muy profundo. Esa es la causa de su poderoso campo gravitacional que no deja escapar nada una vez adentro.
Toda la masa del agujero negro se concentra en la singularidad, lo cual deforma el espacio-tiempo al extremo. Imagen: Quanta Magazine
Se cree que las fusiones de agujeros negros estelares forman agujeros negros intermedios y que las fusiones de estos últimos forman a los supermasivos. Sin embargo, no está del todo claro cómo esos ‘monstruos de los centros galácticos’ llegaron a ser tan grandes.
En cuanto a los agujeros negros primordiales, los cosmólogos y astrofísicos teorizan que se formaron en las primeras fracciones de segundo después del Big Bang, ya que la materia no estaba distribuida uniformemente, por lo que se acumuló en ciertos puntos y colapsó para formar agujeros negros.
La estructura de un agujero negro consta de dos partes o características físicas.
Características de un agujero negro y su entorno. Infografía: AFP
Cuando el agujero negro devora materia, ya sea una nube de gas o una desafortunada estrella, se observan otros fenómenos.
Un agujero negro solo puede ser detectado visualmente cuando se alimenta de materia, ya que este proceso implica la presencia de un disco de acrecimiento a su alrededor. Es así que se logró captar la primera imagen real de un agujero negro en 2019, gracias a la colaboración internacional Event Horizon Telescope (EHT).
EHT, una red mundial de telescopios, logró captar la nube de gas y polvo alrededor del agujero negro M87, que se encuentra a 55 millones de años luz de la Tierra.
La foto corresponde a un agujero negro supermasivo, poseedor de 6.500 millones de masas solares, ubicado en el centro de la galaxia M87, a 55 millones de años luz de la Tierra.
Y el 12 de mayo de 2022, los científicos del EHT revelaron la imagen del agujero negro supermasivo Sagitario A*, ubicado en el centro de nuestra galaxia.
Esta es la primera foto real del agujero negro supermasivo Sagitario A*, ubicado en el centro de la Vía Láctea. Foto: EHT / ESO /NSF / ALMA
Ambas ‘fotografías’ muestran el gas caliente que gira alrededor del horizonte de sucesos del agujero negro, visto como una sombra oscura en el medio.
Otra forma de detectar agujeros negros es mediante las ondas gravitacionales, vibraciones en el espacio-tiempo causadas por la fusión de estos densos objetos. Estas ondas viajan a la velocidad de la luz hasta que llegan a los sofisticados detectores en la Tierra, como LIGO y Virgo.