Durante tres siglos se creyó que el único planeta con anillos era Saturno, que fue observado por primera vez en 1610 por Galileo Galilei. Fue así hasta que, en la década de los ochenta, las sondas Voyager (1 y 2) confirmaron que los otros tres últimos planetas del sistema solar también compartían dicha característica.
Ahora, distintos científicos aseguran que la Tierra podría tener ya su propio “cinturón planetario” con una característica particular. A diferencia de los otros —originados presuntamente por colisiones de asteroides con sus satélites naturales— el nuestro estaría compuesto de basura artificial fabricada por el hombre.
Según la Dirección de la Comisión Nacional de Investigación y Desarrollo Aeroespacial (CONIDA), “en los mapas que se han hecho para parte de la basura espacial que orbita la Tierra, ya existen algunos ‘anillos’ o ‘cinturones’ a nuestro alrededor, evidentemente no comparables a los de Saturno [compuesto por hielo], pero sí quizás en cierta forma a los de Júpiter, que son invisibles en los telescopios de los aficionados a la astronomía”, explicó a La República.
Los desechos espaciales también conocidos como basura orbital abarcan alrededor de 27.000 piezas de fragmentos que viajan a 25.000 km/h alrededor de la Tierra, indica la NASA. La mayoría de ellos son producto de fallas técnicas, explosiones deliberadas y/o equipos dados de baja, pero se mantienen en órbita porque no hay forma de eliminarlas, o al menos por ahora.
Según la NASA, cerca de 27.000 piezas de desechos espaciales orbitan la Tierra y representan una amenaza para satélites y vehículos tripulados. Foto: Agencia Espacial Europea (ESA)
Algunos científicos, basados en un estudio pionero de 1978, creen que, a medida que aumenten los satélites orbitales y las misiones espaciales, estas especies de anillos serán más frecuentes debido a las colisiones de escombros en cadena. En tanto, la dirección de CONIDA sostiene que, con el tiempo, todo podría terminar condensado en un solo gran anillo.
“Quizás, a muy largo plazo, todo el material termine formando una especie de anillo, por un fenómeno semejante al que tuvimos antes de la formación de la Luna”, sostuvo la institución. En esa situación primigenia, se cree que el impacto de un cuerpo pequeño contra la Tierra dejó escombros que quedaron atrapados por la gravedad terrestre y formaron, temporalmente, un anillo plano antes de dar origen al satélite.
No obstante, la institución señala que dependería de la abundancia de la basura espacial y su duración en órbita. El tiempo de residencia de los desechos espaciales dependen de la altitud a la que viajen. Por ejemplo, en altitudes superiores a 600 km, pueden permanecer más de 25 años antes de estrellarse contra la Tierra. Por otro lado, aunque la cantidad de residuos es cada vez mayor aún no es suficientemente grande.
En ese sentido, como señala el astrofísico George F. Spagna ante Scientific American, esta especie de anillo terrestre serían más un “depósito de estrellas fugaces”, que luego se precipitarían sobre la atmósfera de la Tierra.
La dirección de CONIDA destaca que, si bien los científicos buscan comprender la formación y evolución de anillos en objetos del sistema solar mediante modelos en computadora, hasta el momento ninguna simulación es tan detallada para revelar cómo estos cinturones podrían formarse y, sobre todo, perdurar.
En el espacio, el principal peligro de la basura orbital —por más pequeña que sea— son las colisiones con los satélites o los viajes tripulados, las cuales pueden generar “un problema molesto hasta una tragedia terrible con pérdida de vidas”, asevera CONIDA. Una situación similar sucedió recientemente cuando Rusia autodestruyó un antiguo satélite y asustó a los tripulantes de la Estación Espacial Internacional.
Por otro lado, en la superficie terrestre el riesgo no es menor ya que a veces los programas de monitoreo no los detectan al entrar a la atmósfera como sucedió en 2018 con las esferas de metal caídas en Puno, en Perú. Según la Agencia Espacial Europea (ESA), solo el 13% del total de residuos orbitales están controlados activamente.
Evolución de la cantidad de residuos orbitales hasta octubre de 2021. Foto: ESA
Por esa razón, actualmente se proponen distintos proyectos para reducir cualquier tipo de riesgo generado por los desechos espaciales. De acuerdo con CONIDA, entre ellos están RemoveDEBRIS de Reino Unido que recogerá con redes residuos de tamaño regular para luego incinerarlas en la atmósfera terrestre. Otros proyectos incluyen el empleo de rayos láser que modifiquen las órbitas de los materiales o incluso estaciones espaciales que conviertan el desecho en combustible para cohetes.