El 13 de setiembre, un observador del cielo de Brasil ya había captado una explosión causada por el impacto de un objeto espacial desconocido que fue atraído por la fuerza gravitatoria de Júpiter. Este viernes 15 de octubre, a las 10.24 p. m. (hora estándar de Japón/JST), un suceso similar se registró cuando otro cuerpo misterioso colisionó contra el gigante gaseoso, según observaciones de cinco astrónomos aficionados japoneses con el usuario @yotsuyubi21 en Twitter.
De acuerdo al portal especializado Sky and Telescope, el segundo impacto fue distinguido dentro de la Zona Tropical Norte al borde sur del Cinturón Templado Norte. “Si se confirma, sería el undécimo impacto de cometa o asteroide observado en el gigante gaseoso desde que las piezas del cometa Shoemaker-Levy 9 se estrellaron contra Júpiter en 1994″, subrayaron.
Los miembros de Organized Autotelescopes for Serendipitous Event Survey (OASES), proyecto de observación óptica que tiene como objetivo detectar e investigar fenómenos espaciales, afirmaron que un equipo científico de la Universidad de Kyoto de Japón, dirigido por Ko Arimatsu, captó cuatro segundos del impacto, lo cual nunca ha resultado ser sencillo debido a la variabilidad de los destellos.
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Una investigación subida a la plataforma de Astronomy & Astrophysics, el 17 de setiembre de 2018, detallaba que solo cuatro de 25 impactos en Júpiter son potencialmente observables desde la Tierra. En promedio, entre 10 y 65 objetos, de al menos 45 metros de diámetro, son atraídos por el gigante gaseoso cada año.
“Estos números implican que se requieren muchos observadores para descubrir de manera eficiente los impactos de Júpiter”, se detalló en aquel resumen exhaustivo.
Aún no se detecta si tal colisión ha dejado rastros medibles por los astrónomos, pero la luminosidad y el tamaño del objeto podrían facilitar la tarea de una observación complementaria.
Según un tweet de OASES, la observación incluyó luces visibles e infrarrojas, lo que le dio al quinto planeta del sistema solar un curioso brillo rosado en el monitoreo.
Esta ‘paliza’ que recibe Júpiter año a año evita que la Tierra sufra daños irreparables en su superficie. Su tirón de gravedad se asume como un escudo para nuestro planeta y una garantía confiable en nombre de la biología humana y sus civilizaciones.