Los océanos comenzarán a emitir a mediados del próximo siglo gases clorofluorocarbonos (CFC) que destruyen la capa de ozono. Estos gases fueron emitidos por la actividad industrial, liberados en la atmósfera y absorbidos en las profundidades de los mares.
Los CFC marinos se han utilizado durante mucho tiempo como trazadores para estudiar las corrientes oceánicas, pero se asumió que su impacto en las concentraciones atmosféricas era insignificante. Ahora, los investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) han descubierto que los flujos oceánicos de al menos un tipo de CFC, conocido como CFC-11, de hecho afectan las concentraciones atmosféricas.
En un estudio que publican en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)’, el equipo informa de que el océano global revertirá su papel como sumidero de la potente sustancia química que agota la capa de ozono.
Los investigadores proyectan que para el año 2075, los océanos emitirán más CFC-11 a la atmósfera de lo que absorben, emitiendo cantidades detectables de la sustancia química para el 2130. Además, con el aumento del cambio climático, este cambio ocurrirá 10 años antes.
Las emisiones de CFC-11 del océano extenderán efectivamente el tiempo de residencia promedio de la sustancia química, haciendo que permanezca cinco años más en la atmósfera de lo que lo haría de otra manera. Esto puede afectar las estimaciones futuras de las emisiones de CFC-11.
Los nuevos resultados pueden ayudar a los científicos y legisladores a identificar mejor las fuentes futuras de la sustancia química, que ahora está prohibida en todo el mundo según el Protocolo de Montreal.
“Para cuando lleguemos a la primera mitad del siglo XXII, habrá un flujo suficiente que saldrá del océano y podría parecer que alguien está engañando al Protocolo de Montreal, pero en cambio, podría ser simplemente lo que sale del océano —señala en un comunicado la coautora del estudio, Susan Solomon, profesora Lee y Geraldine Martin de Estudios Ambientales en el Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del MIT—. Es una predicción interesante y esperamos que ayude a los futuros investigadores a no confundirse sobre lo que está pasando”.
El CFC-11 es un clorofluorocarbono que se usaba comúnmente para fabricar refrigerantes y espumas aislantes. Cuando se emite a la atmósfera, el químico desencadena una reacción en cadena que finalmente destruye el ozono, la capa atmosférica que protege a la Tierra de la dañina radiación ultravioleta. Desde 2010, la producción y el uso de la sustancia química se ha eliminado en todo el mundo bajo el Protocolo de Montreal, un tratado global que tiene como objetivo restaurar y proteger la capa de ozono.
Desde su eliminación, los niveles de CFC-11 en la atmósfera han disminuido constantemente y los científicos estiman que el océano ha absorbido entre el 5 y el 10 por ciento de todas las emisiones de CFC-11 fabricadas. Sin embargo, a medida que las concentraciones del químico continúan cayendo en la atmósfera, se predice que el CFC-11 se sobresaturará en el océano, empujándolo a convertirse en una fuente en lugar de un sumidero.
“Durante algún tiempo, las emisiones humanas fueron tan grandes que lo que iba al océano se consideró insignificante —recuerda Solomon—. Ahora, mientras intentamos deshacernos de las emisiones humanas, descubrimos que ya no podemos ignorar por completo lo que está haciendo el océano”.
En su nuevo artículo, el equipo del MIT buscó determinar cuándo el océano se convertiría en una fuente de la sustancia química y hasta qué punto el océano contribuiría a las concentraciones de CFC-11 en la atmósfera. También buscaron comprender cómo el cambio climático afectaría la capacidad del océano para absorber la sustancia química en el futuro.
“Generalmente, un océano más frío absorberá más CFC —explica Peidong Wang, coautor del estudio—. Cuando el cambio climático calienta el océano, se convierte en un reservorio más débil y también se desgasifica un poco más rápido”.
“Incluso si no hubiera cambio climático, a medida que los CFC se descomponen en la atmósfera, eventualmente el océano tiene demasiado en relación con la atmósfera y volverá a salir —agrega Solomon—. Creemos que el cambio climático hará que eso suceda incluso antes. Pero el proceso no depende del cambio climático”.
Sus simulaciones muestran que el cambio del océano ocurrirá un poco más rápido en el hemisferio norte, donde se espera que los patrones de circulación oceánica a gran escala disminuyan, dejando más gases en el océano poco profundo para escapar de regreso a la atmósfera. Sin embargo, conocer los impulsores exactos de la inversión del océano requerirá modelos más detallados, que los investigadores pretenden explorar.
“Algunos de los próximos pasos serían hacer esto con modelos de mayor resolución y centrarse en patrones de cambio —apunta Jeffery Scott, del MIT—. Por ahora, hemos abierto algunas preguntas nuevas y estupendas y hemos dado una idea de lo que uno podría ver”.