A sus 81 años, la actriz vuelve con Evangelina, su personaje más entrañable, y no le da respiro al reloj: además del teatro, declama a Vallejo, asiste a marchas, escribe guiones y atiende problemas de su vecindad., Abre la puerta de la casa su nieto, el hiphopero Pedro Mosqueira, Pedro Mo. Su abuela, la actriz Delfina Paredes, baja las escaleras agarrándose bien del pasamano y el nieto lleno de tatuajes nos ofrece café. "Yo no, hijito, yo ya tomé café en el desayuno", le dice Delfina a Mosqueira. PUEDES VER: Celular Samsung Galaxy salva la vida de hombre en atentado en París | VIDEO La sala es amplia y tiene de fondo un apacible jardín interior. Dominándola hay un piano que toca la hija de Delfina, Gabriela, cada vez que viene a pasar temporadas con ella. Hay también artesanías de Pucará dispuestas en una repisa de madera, máscaras costumbristas colgadas en la pared y un retrato de la actriz en la que se le ve muy joven y en primer plano: los ojos enormes, una melena indomable que ahora se resume en un discreto y corto pelo cano. Sentada sobre una de las sillas del comedor nos observa Tertulia, la gata. "¿Qué haces Tertulia?, ya te estoy aguaitando", la reprende Delfina con ese dulce dejo serrano que nunca trató de corregir. Hoy por la noche (como todos los miércoles de noviembre) Delfina, de 81 años, actuará en la Asociación de Artistas Aficionados como Evangelina en Evangelina retorna de la Breña, un monólogo que fue escrito por ella misma en homenaje a las rabonas, aquellas mujeres valientes que iban detrás de los soldados en la Guerra contra Chile, llevándoles agua y dándoles de comer. Después de esta entrevista, la actriz dará otra, ha tenido como cinco esta semana. Y mañana, también por la noche, en el teatro La Plaza, actuará junto a Pietro Sibille en Edipo Rey: "Es un pequeño papel pero muy importante, soy la servidora, la que hace desaparecer al bebé Edipo para que no mate a su padre como lo anunciaba la profecía". Además de repasar sus guiones, Delfina se dará tiempo hoy para pagar sus recibos, dar de comer a la gata y reunirse con los vecinos de su calle de Salamanca para hablar sobre los problemas del barrio. "¿Tú crees que yo envejezco sola?", me responde cuando le pregunto sobre la soledad. Delfina se divorció de su primer y único esposo, el desaparecido artista Mario Velásquez, cuando tenía 34 años y cuatro hijos que criar: Mario, Gabriela, Ricardo y Diego. "No estoy sola, siempre estoy rodeada de gente, sé que mis hijos siempre están ahí", dice. Vallejo en hora y media Cuando Delfina no está actuando, declama a César Vallejo. En abril estuvo en Santander, España, recitando sus poemas en iglesias y centros comunitarios. Cuando no viaja al extranjero, recita los Poemas Humanos o los versos de España, aparta de mí este cáliz en colegios, universidades, velorios. Recitó 'Masa' en el velorio del violinista ayacuchano Máximo Damián e hizo lo propio cuando falleció el recordado Raúl Wiener. Ha memorizado cerca de 60 poemas. Tiene una memoria prodigiosa, puede empezar un poema desde cualquier verso, recuerda con precisión el día, mes y año de fechas importantes de su vida, como el día que dio su primer recital de Vallejo, lectura que dura hora y media: “Fue el 15 de abril de 1972 y fue en la entonces Casa de la Cultura”. Lo recuerda bien, quizás, porque un mes después falleció su padre, Pedro José Paredes. “Ese día mi padre vino a verme recitar y cuando acabé me dijo: hijita, creo que la actuación es lo que te gusta, yo me ocuparé de tus hijos, tú ve a vivir a México (ese país era en ese entonces la cuna de las estrellas de teatro)". Una mentira piadosa Lo han contado varias veces: Delfina, natural de Mollendo, Arequipa, de padre arequipeño y madre puneña, criada desde muy pequeña en Urcos, Cusco, eligió primero la carrera de química antes que la actuación. Estudió varios ciclos en la Universidad San Antonio Abad, antes de estrenar su voz y sus dotes histriónicas como locutora en una radio local. Tras esto, descubrió su verdadera vocación. Abandonó sus estudios de la tabla periódica y viajó a Lima para ingresar a la Escuela Nacional de Arte Escénico. A sus padres les prometió que continuaría sus estudios en San Marcos (fue una mentira piadosa). Al poco tiempo su padre la encontró en Lima, ya convertida en una gran actriz. "Oye, ¿una naranjita? ¿un platanito?", le ofrece Delfina al fotógrafo. "¿Usted toca piano?", le pregunta él. "No sé tocar. Mi papá me hizo estudiar pero yo nada, aunque a veces toco para ejercitar los dedos". Delfina tiene algunos dedos de las manos doblados por la artritis, problema común de la edad, tiene, además, dificultad para doblar las rodillas. "He aprendido a bajar de espaldas las escaleras por mis rodillas, si no bajo muy lento. Estoy tratando de instaurar este modo de bajar, ya me están imitando, algunas veces lo hago en la calle para la llamar la atención", dice con sorna. Las causas justas Conocida es su filiación a la izquierda. Fiel a sus orígenes, pues en los setenta militó en el partido Vanguardia Revolucionaria. Se la suele ver en todo acto público en el que se defienda una causa justa, en marchas por los derechos humanos y contra la minería. El 2010, sin embargo, Delfina fue criticada por llevarle un chullo de regalo al hijo de la ex emerretista Lori Berenson, quien ese año había salido de prisión tras cumplir una pena de quince años por haber planeado un acto terrorista contra el Congreso. Berenson, que se había mudado a un departamento en Miraflores, fue rechazada por sus vecinos, quienes pedían que se fuera del barrio. Delfina, considerando que la estadounidense ya había pagado por su delito, dijo a los periodistas que la entrevistaron que no se arrepentía de lo que hacía: "Siempre estaré del lado del más débil. Si una turba de terroristas ataca a los policías, defenderé a los policías… Por otro lado, todos tenemos tantas cosas por las que pedir perdón". La Chola Evangelina es el personaje más entrañable de Paredes (que ha hecho teatro, cine y televisión), y recordarla es recordar a ese país que ya no existe: el Perú que escuchaba radionovelas que narraban con emoción las historias de los héroes de la patria o de los migrantes que llegaban a Lima. Evangelina fue pura creación de Delfina y se la escuchó por primera vez en Radio Nacional, en 1975. Era una chola de carácter, que no disminuía a la mujer andina como lo hace la Paisana Jacinta: "Cuando los limeños la querían minimizar porque no sabía usar una licuadora, ella decía: Yo no sabré hacer eso pero ustedes no saben hilar", recuerda Delfina. Con Evangelina retorna de la Breña, la actriz quiere acercar a su personaje a las nuevas generaciones. Durante una hora y cuarenta minutos, lo que dura el unipersonal, con gran determinación, deja a la audiencia muda y conmovida. Al final de la función, vuelve a sorprender haciendo un despliegue de memoria, recordando cada suceso de lo acontecido durante la guerra en aquel noviembre de 1879. Delfina sube a la segunda planta de su casa para mostrarnos su biblioteca. Si quiere corroborar una fecha no lo hará en Google. Tiene una galería exclusiva para la Guerra del Pacífico, otra para la Historia de la República del Perú de Jorge Basadre, una surtida colección sobre César Vallejo y mucha literatura. Es una gran lectora e investigadora. Escribe sus guiones (tiene cuatro piezas teatrales y un guión de cine sobre Túpac Amaru) en una vieja máquina de escribir, muy pocas veces lo hace en la computadora. Delfina dijo alguna vez que no sabe si la llaman la primera actriz del Perú porque realmente es buena o por sus años. Delfina tiene 81 años y sigue brillando.