Rember Yahuarcani. Pintor y narrador de origen huitoto acaba de publicar Fidoma y el Bosque de Estrellas, un libro para que los niños los conozcan mejor., Pedro Escribano. Rember Yahuarcani es un joven pintor y narrador que ha venido del bosque adentro. Llegó de Pevas, Loreto, con su memoria y querencias vivas como buen huitoto, mejor dicho aymenu, del clan “Garza Blanca”, extinguido en el Perú (aunque en Colombia existe un grupo que resiste como pequeña etnia). Pero Yarhuarcani también resiste. Si bien se trasladó a la ciudad, su memoria es un rumor de bosque que a veces se traslada al lienzo y otras, como ahora, a las páginas de un libro. El joven artista acaba de publicar su segundo libro para niños, Fidoma y el Bosque de Estrellas (Ed. Arsam), una historia que se hunde en lo inmemorial de mitos y leyendas como de la vida cotidiana. La historia cuenta que Fidoma era un adolescente que no le gustaba hacer nada, pero más que vago era curioso y solía pasar el tiempo pintando plantas y animales porque entonces los animales ni las plantas tenían colores (ahora los tienen gracias a Fidoma). Pero un día descubrió en el cielo a las estrellas y se enteró, por la boca de Martha López –en la vida real, abuela de Rember–, de que las estrellas en tiempos remotos eran personas y habían vivido en los árboles, colgadas como frutos luminosos. Pero un día, según el mito, estas “personas” treparon hacia el firmamento por el tronco de una lupuna, el árbol más alto del bosque, y ya no pudieron bajar. Se quedaron en el cielo. Fidoma, entonces pregunto: –¿Y las estrellas que caen en las noches...? –Esas estrellas fugaces– dijo la abuela– tienen nostalgia y quieren volver a la Tierra. Por eso se arrojan desde el cielo. Pero la historia de Fidoma tiene muchas cosas más. Rember Yahuarcani, además de ser un excelente pintor que ha empezado a gozar de reconocimiento, es casi un comisionado voluntario de su pueblo en la ciudad. “Me he dedicado también a contar, sobre todo a niños, porque pienso que tenemos una misión. Los niños tienen que conocernos cómo somos, qué tenemos, para que mañana, cuando sean adultos, nos respeten como originarios”, explica el artista-narrador. Yahuarcani sabe que como huitoto no solo debe saber contar, transmitir sus historias, sino, sobre todo, transformar a aquellos que los escuchan. “Y hay tanto que contar, mostrar, de los pueblos aborígenes, pues cada cosa en la selva tiene su cuento, su mito, su leyenda, que no alcanzaría una vida para contarlo todo. Y si somos huitotos, cómo no vamos a saber contar si todo lo que sabemos lo sabemos por cuentos, por nuestros padres, abuelos y ancestros”, intenta explicar su vocación de narrador. Y dice que cuenta para demostrar que nos es cierto que ellos, ante el avance de la modernidad, se han quedado inmovilizados o anacrónicos. “Es falso. Los antropólogos y estudiosos nos han puesto máscaras”, protesta. ¿No narras por tener la vanidad de ser escritor? –No, yo cuento porque los antropólogos generalmente lo que ellos investigan lo guardan en sus gabinetes o lo publican en libros extensos y lo tienen en las bibliotecas para ellos mismos o para unos cuantos o para el olvido. Y cuando lo sacan, sacan lo que más les conviene. “Muchos dirán entonces qué hago aquí –comenta Yahuarcani– pero no, yo no estaré en mi pueblo trabajando en el campo, pero estando aquí yo estoy por mi gente, pintando y contando. El Estado y la Ley de Consulta Previa, por ejemplo, nunca nos respetarán. Tengo la esperanza de que los niños, en tanto nos conozcan desde pequeños, nos respeten cuando sean grandes”. LA CLAVE El autor. Nació en Pevas, Loreto. Ganó la II Bienal Intercontinental de Arte Indígena, Argentina. Publicó El sueño de Buinaima, Premio Concurso Nacional de Literatura.