Cómo se vinculó Jorge Luis Glenni con el mundo del hampa. Jorge Luis Glenni tuvo la oportunidad de hacer carrera, pero prefirió la droga, el alcohol, la vida y el dinero fácil. Fue fatal su relación con la familia de "Pucho". Por: Óscar Chumpitaz En el barrio El Palomar ya comienza a anochecer. La gente apura el paso. En un rato, sus laberínticos pasajes serán dominio de ‘Los Malditos’. Nadie se atreverá a protestar. Para los vecinos es un día común en esta difusa frontera entre la vida y la muerte. En ese conjunto habitacional, anclado entre las avenidas Universitaria y Venezuela, las pandillas juveniles luchan por controlar el territorio. La furia arrasa con todo: las razones, los modales, la más elemental solidaridad, etc. Sin dirección, sin límites, la violencia golpea contra cualquiera, contra el primero que se interpone en el camino. No hay un “padrino”, al estilo de la mafia, pero sí unas “baterías” que desde las sombras controlan a las pequeñas células formadas por jóvenes que organizan encuentros clandestinos en los que distribuyen armas y cocaína. En ese submundo convivieron durante tres años Jorge Luis Glenni Ponce ‘Coco’, el asesino confeso del peinador de las estrellas Marco Antonio Gallego Gonzales, y Miguel Velásquez Zarazú y Jordan Pacheco Huamanchumo, cómplices del crimen que ha sacudido a la ciudad por su inenarrable cuota de odio y crueldad. Los tres fueron miembros, en alguna ocasión, de la banda de Jorge Salas Armestar ‘Pucho’, asesinado hace unos meses en Brasil, país al que fugó luego del homicidio de Pedro Mesías Ugarte (a) “Pedrito”, cabecilla de “Los Malditos de Castilla”, banda del Callao, y su enamorada Marjorie, de 15 años, luego de salir de un salsódromo de La Victoria. Las autoridades lo ignoraban hasta que la mañana del último lunes 13 la División de Homicidios comenzó a desentrañar la sorprendente historia criminal de Jorge Luis Glenni: un muchacho con cara de chico bueno que después de trabajar como modelo y anfitrión en los negocios de Marco Antonio se transformó en su brutal asesino. TODO PARA TRIUNFAR Desde los 18 años –ahora tiene 21– Jorge Luis se integró a esta banda de marginales organizada en la urbanización Palomino, en el Cercado de Lima, al frente de una fábrica de pastas, en la avenida Venezuela, a un paso de la Ciudad Universitaria. Nacido en Lima el 23 de agosto de 1987, “Coco” tuvo todo para triunfar. A los ocho años ingresó en la academia AFIS y luego integró el elenco del “Deportivo Pesquero”, equipo con el que participó en distintos torneos organizados por la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP) y el club Cantolao. Al profesor Iván Saavedra Wydyborec le duele en el alma ver a “Coco” en serios problemas con la justicia. Para él es difícil creer que uno de los niños a los que entrenaba con tanta devoción, ahora es un cruel asesino. “Lo tuve cinco años. Era un chico muy fuerte, recuperador de pelota, muy aguerrido. Tenía todas las condiciones para llegar lejos”, recuerda el técnico. Pero pocos saben que Jorge Glenni ingresó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Tuvo que abandonar la carrera por carencia de dinero. Se quejaba siempre por la falta de apoyo de su padre Pedro Enrique. Su madre María Mercedes lo había abandonado desde que tenía once años. ESTRELLA SIN BRILLO En el 2004, “Coco” conoció a Marco Antonio. Los negocios del estilista, dueño de una cadena de spa, salones de belleza y una revista de modelos, le permitían vivir holgadamente. Y le aseguraban un trabajo de fin de semana. A mediados de diciembre del año pasado, Jorge Glenni fue “adoptado” por Rocío Armestar Zarazú, madre de “Pucho”. “Un día lo encontré durmiendo en la escalera (en un block, del conjunto habitacional Orbegoso) y lo invité a mi casa. Me pareció un chico encantador, me dijo que tenía problemas en su casa y lo cobijé como a un hijo”, recuerda la mujer. Lo que no dijo Rocío es que esa fue la oportunidad para que “Coco” –con quien la policía lo vincula sentimentalmente– conociera a Miguel Velásquez Zarazú (a) “Pachón” (23) y a Jordan Pacheco Huamanchumo (a) “Jordan” (18), sus cómplices en el asesinato de Marco Antonio. Pero, desde hacía un tiempo no todo era felicidad para Jorge Glenni. En julio del 2008, le iniciaron un proceso judicial por conducir ebrio. Todo empezó a cambiar. Las necesidades económicas lo absorbían. Aún así soñaba triunfar en el mundo del modelaje. Decidió dedicarse a cambiar su físico: se anotó en un gimnasio, salía a correr y volvió a jugar fútbol. Así logró darle forma a su metro noventa de estatura. “Empezó haciendo aparatos y después full-contact (mezcla de boxeo con karate)”, relata Katia, quien confiesa que la impresionó la primera vez que lo vio. Cuando llegó a la urbanización Palomino se hizo notar contando anécdotas de sus contactos con gente de la farándula. Decía que podía demostrar que era guapo. Pronto exhibió su habilidad. “Entraba y repartía relojes, cadenitas y otras cosas cuando estaba con Marco Antonio. A veces llegaba en autos de lujo”, sostiene Melitón Vega, un conocido. No parecía un ladrón, pero ya tenía el “look” de Clark Kent que lució en las revistas de Marco Antonio. El mismo perfil quiso tener Miguel Velásquez Zarazú (24), “Pachón”, otro de los asesinos de Marco Antonio. No registra antecedentes policiales, pero los detectives de la División de Homicidios lo consideran un tipo peligroso. LUGARTENIENTE DE “PUCHO” Dicen que habría protegido a su sobrino Jorge Salas Armestar, “Pucho”, cuando éste era buscado intensamente por la policía. Además de su relación consanguínea, tío y sobrino estarían unidos por diversos actos criminales que no fueron denunciados. ‘Pachón’ tendrá que demostrar, asimismo, que él no estuvo encargado de guardar las armas de fuego que habría manejado Jorge Salas antes de escapar a Brasil. Miguel Velásquez es sindicado por la Policía como la persona que la mañana del 16 de marzo del 2008 acudió en rescate de “Pucho” a una clínica del distrito de San Miguel, donde le curaron las heridas de bala que sufrió cuando asesinaron a Pedro Mesías Ugarte, “Pedrito”, a la salida del salsódromo “El timbalero” de La Victoria. Las autoridades presumen que, tras la desaparición de ‘Pucho”, su tío quedó al mando de la banda y reclutó a Jorge Glenni. El tercer cómplice es Jordan Pacheco Huamanchumo (18), “Jordan”, asiduo concurrente a “Los Barracones” y otras zonas del Callao. Junto a “Pachón” habrían convencido a “Coco” para robar y matar a Marco Antonio en su casa de San Isidro. El asesinato solo les tomó unos 20 minutos. Luego se llevaron 15 mil soles , cinco relojes, una laptop y algunas prendas de vestir. Todo no pasaba de los 20 mil soles. Salieron de la casa de la víctima y se despidieron del vigilante, que se encontraba a unos metros de la misma. Se fueron al parque El Olivar y se repartieron el dinero. Hoy están nuevamente juntos, pero detrás de unos gruesos barrotes, esperando, tal vez, una larga condena. Robó para financiar su vicio de drogas En el momento de su detención, Jorge Luis Glenni tenía seis paquetitos de pasta básica de cocaína y tres de marihuana, confirmándose que se trataba de un drogadicto. El hallazgo de los estupefacientes en poder de "Coco" confirmó que el móvil del robo a Marco Antonio fue para conseguir dinero con la finalidad de financiar la adquisición de las drogas que consumen los tres autores del homicidio del estilista. La policía también ha determinado que Jorge Luis Glenni aprovechó la relación sentimental que había sostenido con Marco Antonio para poder concertar la cita en su vivienda y de esa manera abrir el acceso a sus cómplices. Aparentemente, Glenni continuó manteniendo relaciones sexuales esporádicas con Marco Antonio después de que había roto el vínculo amoroso. La ferocidad del asesinato se explicaría por la desesperación de "Coco" y sus cómplices al comprobar que Marco Antonio no estaba completamente borracho y reconoció de inmediato a su ex amante Jorge Glenni. Los delincuentes vendieron al día siguiente todo lo que pudieron sustraer de la casa de Marco Antonio: una laptop "Compaq", que la compró el ingeniero Orlando Marchand Luján por US$ 500, un Blackberry y un celular Nextel, rematados en Las Malvinas. Aparte, se repartieron 12 mil soles. Cada uno recibió 3 mil soles, evidencia de que compartieron igual responsabilidad por los hechos. También se ha establecido que los delincuentes compraron droga con el dinero robado.