Maritza Espinoza ¿Me pregunto en qué estado sicológico estabas para pensar en un grupo tan extravagante? (Risas) En mi estado normal, porque no consumo ningún tipo de alucinógenos. Más bien, partí del concepto de que la música es jugar, divertirte, pasarla bien. ¡Pero toda la propuesta es bien descabellada, trasgresora! Sí, algo de trasgresor tiene Terapeutas..., pero no es el ánimo. El ánimo más bien es el de hacer las cosas sin importar mucho si es que a alguien le puede gustar, no gustar u ofender. ¡Porque hay gente que se ofende! ¿Qué tanto de ti imprimiste en la propuesta de Terapeutas del ritmo? Todo. Es mi sueño, mi proyecto, estoy todo el día pensando en qué hacer. Y el hecho de que ahorita sea cumbia digital es circunstancial. El próximo disco puede tener rock, tecno, valses. ¿Esta es la música que hubieras pensado hacer cuando, a los ocho años, jugabas a ser disc jockey? En esa época era melómano, nada más. Decía: me gusta esto o no. Tenía esos tocadiscos chiquititos y era la época del casete. Yo ponía el casete al costado y hablaba, leía, cambiaba. Creo que estaba imitando a la radio. ¿Se estaba definiendo tu vocación? Creo que sí. Era una cuestión de tiempo nomás. De hecho, pasaba mi papá y se burlaba. Se burló a esa edad y se burló diez años después… (Risas) ¿Y se sigue burlando ahora? Ya no. Me volví un coleccionista. Llegué a tener como seis, siete mil discos. Entonces también era: ¿qué vas a hacer con esos discos? Y, al final, también he hecho carrera de DJ. Uno no sabe, pero la vida te va llevando. De lo único que estaba seguro es que no quería entrar a un oficio convencional… ¿Y estudiaste Comunicación para complacer a tu familia? Comunicación fue más bien mi punto de escape, porque mi familia quería que fuera contador. Dije: bueno, Comunicación se parece mucho más a lo que quiero hacer. ¿Paralelamente seguías con tu vocación de músico? Eso viene desde el colegio y entro por casualidad. Con los amigos que compartíamos música nos juntábamos después de clases y justo resultó que un amigo se compró una caja de ritmos electrónica. Era casi un juguete, pero era sonido electrónico. Entonces, Manuel Garrido Lecca, quien recién se iniciaba en la producción, organizó un festival en la Plaza Camacho y nos invitó, porque lo que quería era mostrar un grupo con una batería electrónica, que por esa época, año 83, no se veía. Y como en el grupo estaba Pelo... ¿Estudiaste con Pelo Madueño? Claro. Nos juntamos. Pelo tocaba teclado, y yo, guitarra. Escogimos canciones de este grupo español Aviador Dro, que hace tecno, y nos presentamos en este festival por primera vez, con apenas tres ensayos encima, al lado de Chachi Luján con Dr. No, La Pandilla, TV Color. Ahora todos son grandes. ¿Ahí te inauguras como músico? Claro. Hicieron este festival y abrimos una de las fechas. La gente entre que se reía y no sabía qué estaba pasando. Era como una prueba, un experimento. Entonces, ya te imaginas: si estamos comenzando así, de allí a Terapeutas... no es tan diferente. A lo que voy es a que no estoy esperando la aprobación del público ni estoy haciéndolo por eso. Pero la tienen: han sido un éxito Felizmente nos ha ido bien con el disco. En este mercado de la piratería, el download y frente a la inminente desaparición del CD, hemos hecho disco de oro. Y sigue vendiéndose. ¿No se han quejado, no sé, los fans de Jackson tu Billy Jean en cumbia? En YouTube hay mucho troll, mucha gente que fastidia por fastidiar. Entonces yo siempre tomo eso con pinzas. ¿Toda música es “reversionable”? Sí, todo, en realidad. Led Zeppelin decía: "La canción sigue siendo la misma". Y para mí eso es un principio que significa que tú a la canción puedes darle vuelta, pararla de cabeza, pintarla de colores, y va a seguir siendo la misma. Pero si yo en las versiones que hago quiero cambiar una palabra de lo que el autor dice, tengo que pedir permiso. ¿Puedes cambiar todo lo demás? Es que la música es una sola. Lo que tú puedes definir como propio es el texto. Es intocable. Toda la música es como la ropa. Como yo digo, a la Barbie Rocker, le pones la pollera, le cambias el diseño, el arreglo, pero la muñeca sigue siendo la misma. El nuevo disco de Terapeutas... tiene menos “reversiones” y más temas propios. Es un desafío, ¿no? Sí. Lo que pasa es que hay una voz también en los Terapeutas que quiere proponer cosas, y sentimos que es el momento. Hay un montón de cosas que queremos decir y, dentro de esas, hay una propuesta sonora que está saliendo de nosotros cada vez que nos juntamos a tocar. ¿Cómo es esa nueva propuesta? Tiene que ver con lo que ya hemos hecho, pero, no sé, quizás se vaya más al rock, o sea un poco más guitarrístico o menos trompetas. La parte digital todavía está, también la propuesta de que hayan varios cantantes, a pesar de que un montón de productores dicen que un grupo debe tener una sola voz. ¿No es como el sello la voz? Sí. Pero nosotros erre con erre. Estamos para expresar lo que queremos decir, más que tratar de encajar en un nicho del mercado. LA FICHA Me gradué de comunicador, pero en la universidad hice muchos conciertos con tres bandas de rock (Narcosis, Eructo Maldonado y La liga del sueño), además como DJ realicé un centenar de fiestas. En el 2008 se plasma Los Terapeutas del Ritmo. Hemos editado dos álbumes: Fiesta Brichera-80s en Cumbia (disco de oro)y Lo Sabroso del Fin del mundo. Acabamos de lanzar el primer single de nuestro nuevo disco: Vuela al viento.