Arturo Salazar Larraín. Periodista, Fue uno de los más destacados discípulos de Pedro Beltrán, el legendario fundador de La Prensa. Hoy, a los 85 años, lo encuentro, lúcido y vital, en su casa de Jesús María, navegando entre recuerdos y libros, iluminado por su amor a la compañera que partió y a quien dedica su próximo libro así: "A Alicia: ella misma, país de maravillas". Don Arturo, ¿cómo pasó de joven de izquierdas a liberal de derechas? Fue una conversión a partir del análisis económico. Era la época de la inflación, de la economía controlada. Nos autoconvencimos, pero siempre con rechazo a Beltrán. Para ustedes, sería un monstruo... ¡Horror! (Risas) Para nosotros era espantoso. Se apellidaba, además, Beltrán Espantoso. Y de repente un día Carlos Rizo-Patrón, que fue su intermediario, nos dice que el señor Beltrán tenía interés en conversar con nosotros. Imagínese a un tipo con un terno impecable, que el pañuelo se lo ponía acá (en el puño) y lo sacaba así... Como los magos… Sí. Un tipo que además se compraba cinco ternos igualitos, para que no digan que cambiaba mucho. Y de repente empieza a hablarnos, pues, y a convencernos... ¿Fue un repentino lavado cerebral? No, no repentino, porque nosotros ya nos habíamos separado de la ortodoxia marxista. Nuestro profesor de marxismo era Eudocio Ravines, que ya había rebajado la cosa, porque él venía del Komintern y había optado por el socialismo de (Luciano) Castillo. Usted podría contar la historia de la izquierda a varios izquierdistas. Uuuf, claro. ¡Yo he sido de adentro! Bueno, pues, Ravines nos despertó el entusiasmo por estudiar la teoría marxista a fondo, cosa que hemos cumplido. Y si hay alguien que conoce profundamente de marxismo en el Perú es Federico (Salazar, su hijo). ¿Y es cierto que usted ponía a discutir a sus hijos de política? Totalmente. En el desayuno, pues. Los contrariaba y discutían conmigo. Mi señora me decía: ¡No los fastidies! A propósito, usted es el inventor de Bayly (le dio trabajo en La Prensa). Después le quité el saludo. Y ahora, pues, me ha mandado un nuevo ejemplar de ese libro… ¿Cómo se llamaba? Los últimos días de la prensa, completamente corregido y dedicado en la primera página a Federico y a mí. Si quieres llevártelo, por ahí lo tengo (risas). ¿Le fastidió leer ese libro? Sí, mucho. ¿Y sabes por qué? A mí casi no me tocaba, pero lo que me dolió fue cómo maltrata a Arnoldo Zamora. Yo lo puse de ayudante suyo, para disciplinarlo, pero fue Arnoldo quien me recomendó que lo cambiara de sección. Después de eso, (Jaime) hizo carrera. No sé si supo que fue Zamora el que lo ayudó. ¿Y es verdad que Federico, su hijo, en La Prensa era tan de derecha que usted era un izquierdista para él? Sí, claro. “Rojo”, me decía. Pero esas son cosas de muchachos, pues. Yo siempre he tenido tacto para los muchachos. Para que vea los padres que éramos con mi mujer –viejos, universitarios, revolucionarios los dos–, le doy un ejemplo: la pubertad. ¿Fue difícil la pubertad de Federico? Difícil es cualquiera, pero Federico era terrible. ¿Qué hacíamos? Mi mujer dijo: lo primero que recomiendan es desfogar la energía. Le pusimos un profesor de karate que le hacía correr desde aquí a La Herradura. Lo puso en forma. Me decía que estos ocho años usted ha estado en silencio a propósito. Creo que ya cumplí. Ahora, enseño en la San Martín de Porres, algo que me entretiene y me disciplina. Aparte, camino mucho. Y algo más: debe salir en agosto un libro. Me ha demorado, escribirlo, cuatro años; masticarlo, otros cuatro. Murió mi mujer hace diez años y no puedo irme a otra vida sin hablar por qué ha sido esa mujer así. No sólo porque era Alicia, ¿no? ¿De qué va el libro? El libro se llama “La mujer, una manera especial de ser humano”. No es propiamente sobre ella, sino de lo que es la mujer en sí. Cuando estábamos en la universidad con Alicia, no había cátedra ni nada sobre el tema que no fuera el chorro de la liberación femenina. No le simpatizan las feministas. No. Y esto está dedicado a darle la contra al feminismo, pero ensalzando a la mujer. ¿Se siente a veces un dinosaurio? De repente, quizás. Pero como yo me he retirado, me he congelado, me he dedicado a estas cosas. Un periodista nunca se retira. Así es. Pero yo no me preocupo. No me interesa. Esa responsabilidad está a cargo de Federico y los jóvenes. Para eso los he educado, a los míos. Yo me ocupo ahora de lo que me tengo que ocupar. ¿Ahora es más libre que nunca? Sí. Pero también más triste que nunca.? La ficha Estudié Derecho en San Marcos. Éramos un grupo de jóvenes que estaba a la izquierda de la izquierda. Jorge Basadre fue mi asesor de tesis. Dirigí La Prensa y luego hice Opinión Libre. Cuando me deportó Velasco, mi esposa solo pudo llevarme un pantalón. En la basta había cosido 20 dólares. Hice fortuna en el exilio. También fui congresista. Ahora, acaban de nombrarme miembro del tribunal de Ética del Consejo de Prensa.