Adulto mayor finge ser discapacitado para robar a joven madre en SMP: "Me dijo que no podía doblar la pierna"
Un delincuente anciano habría sido el anzuelo para llevar a Dayana Calla al automóvil donde la abordaron y robaron su dinero y demás pertenencias.
Sucedió en San Martín de Porres. Dayana Callas, madre de familia y danzante profesional, fue a dejar a sus hijos al colegio como todos los días. No pensó que la cotidianeidad le iba a jugar una mala pasada cuando iba de regreso a casa. Un hombre anciano, que le dijo que era un agricultor de Cajamarca, analfabeto y que iba a la capital para ver un falso tema médico por su salud, fue su agresor, quien actuó con engaños para atraerla hasta el auto donde lo esperaba su cómplice para asaltarla y robarle sus pertenencias. Esta es su historia.
El día 25 de mayo, Dayana Callas se despertó temprano para alistarse y llevar al colegio a sus hijos. Ella fue con los pequeños con la pijama para estar en el hogar, con unas sandalias puestas y el canguro que no puede faltar para llevar las llaves de la casa, dinero por si la urgencia lo pide, las tarjetas de los bancos en donde está afiliada y un celular.
Al dejar a los niños, ella fue a su casa a esperar la hora para recogerlos. A lo lejos, un anciano que andaba perdido se estaba acercando a ella, mirándola fijamente, queriendo algo. Le pidió que lo ayudase con una dirección que no conocía, que estaba confundido, entregándole una hoja con una inscripción. "No decía mucho, solo decía el jirón de una calle sin más referencia", indicó Dayana en su declaración.
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"¿Estás seguro de que es por acá? Porque yo no conozco mucho la zona", le preguntó Dayana. "Sí, seguro que es por aquí", puntualizó el adulto mayor, que no era más que el ladrón que le iba a embaucar.
Pronto ambos caminaron hacia una calle a buscar un taxi para que él pueda ir a la dirección que le indicó en el papel. "Yo soy un agricultor de Cajamarca, he venido aquí para tratarme mi pierna, no puedo caminar bien", le comentó el hampón a Dayana, mientras le mostraba los dedos llenos de tierra y llagas, además de pedirle que lo acompañe a tomar un taxi. Ella le creyó.
La calle estaba vacía y el único auto que se encontraba en movimiento era del compañero del anciano, que esperaba el momento oportuno para entrar en acción y fingir ser un taxi. "Sí conozco la dirección", dijo el presunto taxista. El hombre mayor se desabrochó la mochila y dejó la maleta dentro del asiento trasero. "Ayúdeme a ingresar mis piernas, por favor, no puedo doblarlas", le comentó el hampón anciano. El taxista hizo la primera arrancada. "¡Oye!, ¿qué te pasa?, es una persona mayor", le grita Dayana. "Por favor, ayúdame un poco más con las piernas", insiste el anciano. Dayana se asoma un poco más, medio cuerpo suyo está dentro del auto, siente que alguien tira de ella para que entre al auto. Sin sentirlo ni pensarlo, estaba en el peor lugar y momento de su vida.
En el auto
El anciano, que ya no sentía ningún dolor en las piernas, cerró la puerta y el auto arrancó. Una persona que estaba dentro tomó a Dayana de los brazos y la obligó a que baje la cabeza para que no vea nada ni a nadie.
Le pidieron que desbloquee su teléfono y entrara a las aplicaciones de los bancos donde ella estaba suscrita y tenía ahorros. El ambiente afuera del auto aún se escuchaba en silencio y en calma. No había nada que pudiera hacer ante el hombre que tenía un arma delante de ella.
Para ese momento, Dayana no tenía dinero en sus cuentas bancarias, por lo que la banda que la estaba siguiendo renegó con ella y la insultaron hasta hartarse. "Debe de tener dinero", escuchó Dayana a uno de los ladrones. Ella relata que no tenía dinero en sus tarjetas porque tuvo que retirar el efectivo para hacer un pago por unos pasajes, pero que en ese momento ese monto lo tenía ella, para su buena o mala suerte, en su canguro.
Le arrebataron del pecho el canguro con el que llevaba sus pertenencias y los hampones se calmaron. Para este momento, se escuchaban bocinazos y arrancones de autos donde se encontraban, lo que indicaba que había personas. En el momento de éxtasis en que ellos (los hampones) contaban el dinero, aprovechó para zafarse de sus agresores: abrió la puerta del auto que andaba lento y salió corriendo de ahí.
Dayana salió ilesa y a salvo del asalto, pero aún carga con el miedo de haber sido engañada por un adulto mayor, que no fue más que un cómplice del atraco. Asimismo, ella acusa haber sido víctima de un secuestro.