Trujillo: masiva concurrencia a cementerios por Día de Todos los Santos
Familiares recordaron a sus parientes fallecidos con oraciones, canciones, flores, brindis y comidas.
En el Día de Todos los Santos viene registrando una masiva concurrencia a los diferentes cementerios de Trujillo, en donde los familiares de los difuntos los recordaron no solo con oraciones, sino también con canciones, brindis y comidas preferidas de los fallecidos.
En un recorrido hecho por La República se pudo apreciar desde temprano gran cantidad de personas en el emblemático cementerio general de Miraflores, que abrió sus puertas desde las 8 de la mañana. La gente compraba flores a las vendedoras que se hallaban en el frontis del campo santo. Los ramos de azucenas y violetas costaban S/ 5, las rosas S/ 3. En la Cruz Mayor, muchos ciudadanos encendieron cirios y oraban por el eterno descanso de los muertos.
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Es de señalar que, como ya es tradición, los familiares de quienes partieron de este mundo contrataban a mariachis o también a algunos solistas para que interpreten canciones frente a los sepulcros o nichos de su ser querido. Por cuatro canciones, los mariachis cobraban S/ 100.
Las flores subieron su precio en uno o dos soles por el Día de Todos los Santos. Foto: Y. Goicochea/URPI-La República
El músico Emiliano Rubio López, con guitarra en mano, fue muy solicitado por grupos de familiares. Él recordó que inició los homenajes en el camposanto de Miraflores en 1998. “Anteriormente, he sido músico rodante, tocando mi quena profesionalmente desde el año 1975 y luego emigré a Europa, donde recorrí varios países. Desde 1998, en el cementerio de Miraflores, me dedico a cantar y rezar a las almas. Después de tres años se reabren plenamente los cementerios y es una alegría poder compartir la música con los seres que tanto extrañan a sus familiares”, expresó a La República.
Rubio manifestó que la pandemia afectó muchísimo a los artistas, pues los privó de ingresos económicos.
En algunos de los pabellones de nichos se pudo apreciar cómo algunas familias habían llevado vino y las comidas preferidas de los fallecidos, que fueron degustadas frente a las tumbas mientras recordaban sus experiencias en vida.