Blanco y en botella
“La globalización comercial, como la leche, y en realidad como casi todo, siempre es mejor si se aplica desde el hemisferio norte”.
Cuando se quiere señalar que algo, cualquier hecho o circunstancia, es tan evidente que se cae por su propio peso, en España se dice que es “blanco y en botella”, es decir, leche. Sin embargo, en el caótico mundo de la industria alimentaria global, no solo en la peruana, lo único evidente es que nada es lo que parece. Ahora le ha tocado a la leche Gloria ser expulsada temporalmente del parnaso comercial de Estados Unidos porque no cumple, dicen los gringos, con los requisitos de producción para que aquello se pueda llamar leche. De nada ha servido que Gloria sí cumpla la norma internacional llamada Codex Alimentarius o que incluso señale que esa grasa y esos sólidos añadidos, motivos del cuestionamiento, hagan de su “cosa” algo, incluso, más nutritivo que la leche “de verdad”.
Yo no dudo de que lo que vende Gloria no sea leche, de hecho, creo que nada que no salga directamente de la teta de tu vieja pueda ser llamado leche. Ni aquí ni en Estados Unidos. Muchísimos productos son etiquetados de manera manipuladora o engañosa. Lo llamativo del tema no es que un país quiera que cuando le vendan leche lo que reciba sea leche (¡buena suerte!), sino cómo hay países que siempre tienen la sartén por el mango de los tratados, convenios, y acuerdos de “libre” comercio. Otros no, a otros les toca adaptarse, siempre, a sus exigencias sin casi chistar. La globalización comercial, como la leche, y en realidad como casi todo, siempre es mejor si se aplica desde el hemisferio norte. Es indispensable que aquellos tan cacareados acuerdos sean firmados y revisados desde la justicia, no desde la sumisión.