A finales de 2016, el 98% de niños de Calacocha eran anémicos, según la medición hecha por la ONG Suyana. Es improbable que la situación haya cambiado el año pasado.,Son casi las nueve de la mañana del viernes y el frío entumece los pies y brazos. A lo lejos, entre el ichu y las piedras descienden tres niños desde una lomada. Alcides y Abel Chillahuani son gemelos de ocho años, aunque parecen de cinco. Su primo Rusbel Chillanhuani tiene la misma edad y es tan pequeño como ellos. Vienen a recibir clases junto a otros 57 niños en la institución educativa 50541 de Calacocha en la comunidad de Huayna Ausangate. Son niños de campesinos de Waracha. Visten buzo o pantalón desgastado y sucio. Calzan ojotas de jebe y cubren su cabeza con un chullo. Aunque la temperatura hiela los huesos, ellos se muestran indiferentes a la brusquedad del frío. Se despiertan a las seis de la mañana para tomar su desayuno y a las siete emprenden una larga caminata de una hora y media al colegio. A finales de 2016, el 98% de niños de Calacocha eran anémicos, según la medición hecha por la ONG Suyana. Es improbable que la situación haya cambiado el año pasado. A nivel regional 55 de cada 100 niños sufren de anemia, según datos a diciembre de 2017. Según la OMS, cuando ese índice supera el 40% hay un problema de salud pública. La desnutrición crónica infantil en menores de cinco años asciende a 13.4%. En Quispicanchi es de 27.4%. La directora del colegio, Diana Paravecino, refiere que eso se debe a la mala alimentación de los menores. Su desayuno consiste en agua azucarada con pan o papa sancochada. “Los niños viven abandonados por sus padres. Duermen, despiertan y vienen al colegio con la misma ropa. Y así durante un mes”, refiere. Salta a la vista que los niños tienen anemia y desnutrición. Son delgados y de estatura muy pequeña para sus edades. Pese a esa situación, el INEI decidió que Ocongate quede fuera de los distritos más pobres y, por ende, se suspendió el almuerzo escolar. Solo reciben una porción pobre de refrigerio. Esos males impiden su rendimiento académico. Si un estudiante aprende a sumar un día, al día siguiente se olvida. “Su nivel de aprendizaje apenas llega a la mitad de lo que registran los niños de las zonas urbanas ”, precisa el docente Juan José Arque.