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Política

Percy Medina: “Nadie asegura que los actores políticos puedan llegar hasta el 2026”

El jefe de IDEA Internacional expresó su posición sobre la posible duración del gobierno Boluarte hasta el 2026. “Hay una crisis que no se ha resuelto. Y no se va a resolver si no se cambian esas reglas que la han profundizado: la legislación sobre partidos y la electoral”, señaló.

Democracia. Medina se cuestiona sobre lo que estamos dispuestos a tolerar los peruanos. Foto: Carlos Contreras/La República
Democracia. Medina se cuestiona sobre lo que estamos dispuestos a tolerar los peruanos. Foto: Carlos Contreras/La República

La presidenta Dina Boluarte dijo algo el jueves que, a estas alturas, ya era evidente: que la posibilidad de elecciones generales adelantadas ha quedado postergada y que se ve ejerciendo el poder hasta el 2026. Percy Medina, el jefe de IDEA Internacional, ofrece en la siguiente entrevista interesantes reflexiones al respecto.  

― ¿Le sorprendió lo dicho por la presidenta Boluarte, en el sentido de que se piensa quedar hasta el 2026?

― A mí no me sorprendió en lo más mínimo. El Gobierno ha estado actuando en consecuencia con ese convencimiento. Desde que el intento de reforma constitucional en el Congreso para adelantar elecciones fracasó, el Gobierno y todos los actores políticos, en el Parlamento y fuera de él, han estado moviéndose bajo el supuesto de que habrá elecciones en el 2026. Incluso aquellas personas que sostenían que había que tener elecciones el 2024, previas reformas, ya no hablan ni del 2024 ni de las reformas previas. Hay una cierta inercia, en el sentido de que todo se queda como está hasta el 2026, sin siquiera cambios en las reglas de juego.

― ¿Ejecutivo y Legislativo van de la mano en este tema?

― A todos los actores les resulta cómoda esta inercia porque se mantiene el statu quo. Lo difícil es cambiar el rumbo, introducir reformas y construir un escenario de salida a la crisis pensando en el mediano y largo plazo, no solo en lo inmediato.

― ¿Qué significa pensar en el mediano y largo plazo?

Hay que reconstruir la representación, porque hay una crisis que no se ha resuelto. Y no se va a resolver si no se cambian esas reglas que han ayudado a profundizarla: la legislación sobre partidos y la legislación electoral.

― ¿Son viables hasta el 2026 un Gobierno y un Congreso con tanta resistencia ciudadana?

― Faltan tres años...

― Por eso lo digo. Es mucho tiempo.

― Faltan tres años y no queda claro cómo pueden sostenerse con una confianza ciudadana tan baja, con los problemas de crisis de representación señalados y con la gran inestabilidad que existe para todos estos actores políticos, que no tienen soportes en la sociedad. El futuro es impredecible, nadie asegura que los actores políticos puedan llegar hasta el 2026. Por lo pronto, lo que parece primar es esa inercia y no se ve a actores capaces de cambiarla.

― Aunque las protestas van a reiniciarse, ¿eso podría cambiar la inercia?

Dependerá de si se logra una gran movilización. Sin embargo, la gente también está cansada. Hubo mucha esperanza, en un momento, de que esa movilización cambie la situación y es algo que no ocurrió. Cuando las protestas estuvieron en su punto más alto, prácticamente no se movió nada en la esfera política, y eso hace que las personas quizás prefieran dedicarse a otros temas.

― ¿Pero no se movió por la inercia de la gente o porque quienes detentan el poder decidieron cerrar los ojos? En otro país, tantos muertos por protestar hubiesen supuesto un cambio de autoridades.

― Los observadores internacionales se sorprenden de la tranquilidad con la que se toma el hecho de que haya habido tal cantidad de fallecidos en movilizaciones sociales. Cuando me toca hablar con analistas de otros países, la pregunta recurrente es: ¿y nadie dice nada? ¿Cómo es posible que eso ocurra y que de pronto se vuelva a la normalidad? En efecto, esa es una pregunta importante sobre nuestra cultura democrática: ¿qué estamos dispuestos a tolerar en situaciones límite? Somos un país con poca confianza en las instituciones, con poca confianza interpersonal y muy dispuestos a aceptar ciertos quiebres en ciertas situaciones.  Hay actores como Bukele, que terminan enamorando a tantas personas con un discurso populista y autoritario y uno se pregunta a qué podríamos terminar apostando aquí en una próxima elección con los partidos colapsados, sin liderazgos claros y con una cultura democrática endeble, con disposición a transar por fuera del marco de la democracia.

― A eso iba. No estoy tan seguro de que la gente acepte fácilmente. Hubo movilizaciones masivas.

― Pero estuvimos muy dispuestos a pasar esa página, sin mayor reflexión. En otros contextos, como usted dijo, esto no habría pasado y, sin embargo, la sociedad peruana ha permitido que se pase la página con cierta rapidez, sin seguir atentos, siquiera, a si se da o no una administración de justicia eficaz para el caso de los delitos que se cometieron. 

― ¿Qué responsabilidad se les puede atribuir al Ejecutivo y Legislativo de esta situación?

― Diría para empezar que nadie ha preguntado sobre la responsabilidad de los partidos políticos en esto. No se ha escuchado ni siquiera la demanda de que digan cuál es su opinión. El problema es que en el Congreso se diluyen las responsabilidades entre las personas, se echan la culpa entre ellos, pero está compuesto de fuerzas políticas. ¿Qué dicen esas fuerzas frente a estas circunstancias? No hemos escuchado nada ni demandado nada.

― Entiendo la responsabilidad de los partidos. ¿Y cuál es la responsabilidad de quienes ejercen el poder?

― Hay una responsabilidad política evidente, de todos. En conjunto, en la medida que gobiernan y representan, tienen una responsabilidad política que es ineludible. La responsabilidad penal es individual, pero la política es compartida.

― ¿El Gobierno cumple con los estándares democráticos?

― Es constitucional, creo que de eso no hay duda.

― De acuerdo.

― Lo menciono porque hay gente que lo discute. Dicho esto, no solo se requiere legitimidad de origen, sino también en el ejercicio de la función pública. Uno tiene que mantener y seguir construyendo esa legitimidad, que se puede perder fácilmente. Y muchas cosas que vemos —en el Gobierno, en el Congreso y en distintos actores— suponen una erosión de su legitimidad, sin duda alguna.