Política

Leonor Aguilar: “El presidente Bukele es un peligro para la democracia en El Salvador y en la región”

Abogada salvadoreña y miembro del equipo de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), opina sobre el proyecto del controvertido presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y su efecto en América Latina

Advertencia. El de Bukele es un proyecto abiertamente autoritario, sostiene la abogada salvadoreña Leonor Aguilar. Foto: Marco Cotrina/La República
Advertencia. El de Bukele es un proyecto abiertamente autoritario, sostiene la abogada salvadoreña Leonor Aguilar. Foto: Marco Cotrina/La República

La abogada salvadoreña Leonor Aguilar, integrante del equipo de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), una organización defensora de los derechos humanos con sede en Washington, se encuentra en Lima. La República la contactó para entrevistarla sobre Nayib Bukele, el popular presidente que rige los destinos en El Salvador.

—¿Es el presidente Bukele un peligro para la democracia en El Salvador?

El presidente Bukele es un peligro para la democracia en El Salvador y en la región.

—¿Por qué?

Desde que empezó su gestión en el 2019 ha venido concentrando el poder, en su persona y en un núcleo muy cercano, básicamente su familia. Además, ha eliminado la separación de poderes, cooptado a jueces, básicamente a todas las instituciones de control, y ha amenazado y desacreditado a cualquier voz crítica, incluyendo a periodistas y organizaciones de derechos humanos. En El Salvador ya vimos esto, no es tan nuevo como él (Bukele) quiere aparentar. Es una historia que se repite, que se recicla. El Salvador ya vivió un conflicto armado en los ochenta y noventa que siguió un esquema similar al que Bukele está implementando. Otra característica es que tiene como aliados incondicionales a las Fuerzas Armadas y a la Policía, a quienes les ha dado…

—¿Mucho poder?

Les ha dado carta blanca para cometer todo tipo de abusos y les ha garantizado su impunidad a cambio de que le sean fieles.

—¿Qué tan autoritario es Bukele?

El suyo es un autoritarismo distinto, moderno, digamos. Primero, es un presidente muy hábil en la comunicación política. De hecho, él es comunicador de profesión y tiene un aparato de propaganda colosal y muy sofisticado, lo que le ha permitido construir un enlace muy cercano con la población en general. Su lenguaje cala.

—¿Pero eso lo hace autoritario?

Lo que lo hace autoritario, entre otras cosas, es que en sus mensajes habla de que es la única persona capaz de resolver todos los problemas de la gente y no necesitamos a nadie más, ni controles ni instituciones. Es la idea del poder absoluto, de su concentración como forma de cumplir con todo lo que la población necesita. Esa es su idea central y que repite de manera constante, en distintos formatos. Y otra característica que lo hace autoritario es que, cuando sus disposiciones no se cumplen, cuando alguien no quiere seguir su guion, entonces hay uso de la fuerza, contra la población, contra funcionarios que lo han desafiado y que han sufrido las consecuencias. En El Salvador ya es normal hablar de asilo por razones políticas.

—¿Cuántos asilados hay hasta el momento?

Algunos números señalan que en el 2022 más de 200 personas solicitaron asilo a varios países por razones políticas, por persecución.

Cruzada reeleccionista. Un congresista oficialista levanta un cartel pro reelección del presidente Nayib Bukele. Foto: AFP

Cruzada reeleccionista. Un congresista oficialista levanta un cartel pro reelección del presidente Nayib Bukele. Foto: AFP

—Bukele es también alguien sobre quien existe denuncias serias de corrupción.

Es que detrás de todo proyecto autoritario hay negocios. La razón detrás de toda esta maquinaria es el lucro. Y sí, hay investigaciones periodísticas que advierten de la corrupción que él mismo ejerce junto a su familia y de sus vínculos con redes ilícitas.

—¿Cómo se concilia esa descripción que usted hace del comportamiento de Bukele con su gran popularidad en El Salvador? ¿Es por su política de seguridad contra las pandillas?

La principal razón que explica esa alta popularidad de Bukele es que ha sabido combatir a las pandillas que, en El Salvador, eran grupos criminales que por muchísimos años han tenido a la población de rodillas, controlando territorios, ejerciendo violencia sexual, entre otros delitos. Y ningún Gobierno parecía encontrar la fórmula para deshacerse de ellas. Bukele, en el último año, ha logrado que esas pandillas se replieguen. Claro, este repliegue no está necesariamente basado en políticas exitosas contra la criminalidad.

—¿Entonces?

En un pacto entre las pandillas y el presidente. Es un pacto entre los liderazgos. Bukele está metiendo en la cárcel a todos los pandilleros, pero esos son los de bajo rango. Los líderes de estas estructuras están libres y se conoce que les han dado beneficios, que los han sacado del país. Eso hace pensar que hay detrás un tipo de negociación. Hay que tener en cuenta también que Bukele llega en un momento de hartazgo de la población…

—Con los partidos tradicionales, Arena y FMLN.

Exacto. Hablaría en general de un desencanto con la democracia, que no solo se ve en El Salvador. Y Bukele sabe presentarse como una persona antisistema, que quiere dar respuestas a la gente sin importar una ideología, que no está interesado en crear un partido.

—Ahora, Bukele es alguien que también proyecta una imagen positiva fuera de su país.

Diría que el presidente Bukele ha invertido una serie de recursos para colocar su imagen a nivel internacional. Y, claro, se ha vendido como un nuevo arquetipo de presidente latinoamericano: joven, preocupado en estar conectado con la gente, que quiere resolver cosas pronto y sin la ayuda de nadie más, y efectivo en reducir el crimen. Esos valores conectan con El Salvador y otras partes. Sin embargo, es una imagen que esconde corrupción y un ánimo de permanecer en el poder a toda costa.

—Sobre eso, ¿la presencia de Bukele tiene para un rato largo? Claramente se va a reelegir.

Así es, por sus altos índices de popularidad. No creo que se pueda hablar de un fraude como lo entendemos normalmente, es decir que se vayan a alterar los resultados del voto ciudadano. El problema es que la Constitución prohíbe la reelección consecutiva, pero, como lo hicieron en su momento Maduro, Correa, Morales y Ortega, eligió a una Corte Suprema afín a él que le ha autorizado pasarse por encima de la Constitución y reelegirse.