Ana Núñez Comenzó como voluntario de la Asociación Civil Transparencia en 1994 y desde entonces ha dedicado su vida a velar, desde distintas organizaciones, por el buen andar de los asuntos electorales en nuestro país. Hoy, una de sus preocupaciones más grandes es la crisis de nuestros precarios partidos. Decía José Matos Mar hace unas semanas que, prácticamente, los partidos que tenemos ya no sirven, y que deben refundarse o están condenados a desaparecer. ¿Así de grave es la crisis de partidos en el Perú? En el Perú hemos cambiado varias veces el elenco completo de los partidos. A fines del siglo XIX teníamos un conjunto de partidos que, en un determinado tiempo, desaparecieron y se fundaron otros nuevos. En este momento creo que los partidos están en un dilema, o se transforman, se conectan con la gente y con las nuevas condiciones de la política, o desaparecen. Claramente, la población no se siente representada en las agrupaciones políticas actuales. Los partidos tienen como finalidad recoger las demandas de la gente, convertirlas en propuestas y representar en el espacio público a los ciudadanos. Si no lo saben o no lo pueden hacer, entonces no están cumpliendo su función, y creo que los partidos están a un paso de considerarse prescindibles por la gente. Eso es muy grave para una democracia. Y los partidos son básicamente capitalinos. Por eso han surgido tantos movimientos regionales. Sin duda, en muchos lugares la política está tan atomizada que ni siquiera son movimiento regionales, sino locales, distritales... ¿Los partidos no conocen la realidad del interior del país? Los partidos están desconectados de la realidad de cada una de las regiones. El Perú es un país heterogéneo, un país con distintas razas, con distintas culturas y distintas maneras de ver la vida. Los partidos necesitan dar respuesta a cada una de las realidades regionales o esa gente se siente sin representación. Bajo esa lógica, ¿hubiera sido conveniente permitir a los movimientos regionales participar en comicios generales? El riesgo de una opción de ese tipo es que se podría contribuir a una mayor atomización. Ya el Parlamento está atomizado. Funciona a partir de 6, 7 bancadas, pero la cantidad de partidos que hay al interior de estas alianzas supera los 12 partidos. Si esa fragmentación se ampliara, sería imposible llegar a acuerdos en un Congreso. La sensación de la gente, además, es que los partidos se han convertido simplemente en un trampolín para obtener poder de todo tipo. Cuando vemos las listas de candidatos al Congreso vemos que, en primer lugar, la mayoría son novatos, personas que no han tenido ninguna función pública ni experiencia política. Se trata de gente que quiere tentar suerte y empezar una carrera política en el Congreso. En países con sistemas de partidos más estructurados, lo que se tiene en el mundo de la política es una carrera al interior de los partidos. Acá no existe esa cultura política... En el Perú nos hemos acostumbrado a que la candidatura presidencial sea una especie de lotería a la que aspiran todos los que consideran que tienen alguna vocación política y en el caso del Congreso, también. Los partidos no forman cuadros que puedan hacer carrera, los partidos no son escuelas en las cuales se forman políticos, y además los electores tienen la falsa idea de que mientras más renovación, mejor. ¿Será que los partidos solo viven pensando en la siguiente elección y no se preocupan en fortalecer su institucionalidad? Lamentablemente, muchos partidos son máquinas electorales no solamente en el Perú, y eso es algo que hay que combatir. El partido no puede ser exclusivamente un canal para acceso al poder, tiene que ser un espacio de discusión, de formación y de relación directa con la gente. Los partidos no cumplen su función primordial, básicamente funcionan en elecciones y en época no electoral hibernan hasta el próximo proceso electoral. Y la debilidad de los partidos debilita también a la democracia... No puede haber una democracia sana sin partidos fuertes, que sean activos y que estén vinculados con la gente. Ahora, hay que decir que dentro de los partidos hay gente esforzada que trata de cambiar las cosas, pero es una tarea cuesta arriba que no tiene en este momento suficientes incentivos.