“Me dicen que yo me meto en política, y la verdad es que todos somos políticos”
El lunes, el cardenal, Pedro Barreto, cumplió 80 años. Ese mismo día dejó de ser el arzobispo de Huancayo luego de 19 años, seis meses y tres días de servicio. Presentó su renuncia al Papa Francisco por haber llegado al límite máximo de edad.
El lunes, el cardenal, Pedro Barreto, cumplió 80 años. Ese mismo día dejó de ser el arzobispo de Huancayo luego de 19 años, seis meses y tres días de servicio. Presentó su renuncia al Papa Francisco por haber llegado al límite máximo de edad. “Agradezco profundamente a la arquidiócesis por haberme recibido tan bien durante todos estos años, de manera especial a La Oroya, a Jauja, a Concepción, a Chupaca, a Huancayo”, dijo. Siempre ha tenido una relación cercana con los pueblos originarios. Su vocación empezó cuando, siendo alumno del colegio La Inmaculada, asistió a una reunión entre jesuitas e indígenas. Ahora le tocará asumir nuevas funciones como presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, lo que lo obligará a viajar por los países amazónicos, un reto que, según sus propias palabras, lo pone “muy feliz”.
-Vi el video de su despedida en Huancayo. Fue bastante aplaudido. En la conferencia de prensa le hicieron varias preguntas, algunas de ellas de corte político, y al respecto dijo: “el Perú está en una debacle”. ¿Por qué?
-Ese día, lunes 12 de febrero, cuando cumplí 80 años, recibí muchas muestras de afecto de la población. Hubo una conferencia de prensa y dije esa frase, que no es mía sino de la historiadora Carmen McEvoy. La tomé prestada.
-Pero está de acuerdo.
-Claro. McEvoy es una historiadora de mucha perspicacia. Y esto coincide con lo que los obispos del Perú, en un mensaje del 25 de enero, decíamos: la crisis actual es gravísima y cada vez más creciente. En ese mensaje los obispos hablábamos de un cambio de rumbo, hay que encontrar un nuevo camino, con esperanza. El Perú es un país con mucha resiliencia, luchador en medio de sus lágrimas, de sus dolores y contradicciones. Desde hace años vivimos una suma de crisis, política, económica, social. Los poderes del Estado -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- están seriamente cuestionados. Por ejemplo, cuando se dio el golpe de Estado de Pedro Castillo tomó posesión como presidenta Dina Boluarte y el pueblo expresó su malestar. Y hasta este momento -como también dijimos en ese mensaje obispal- hay más de 70 muertos entre civiles, militares y policías. Y hasta ahora esto no está esclarecido. Por eso es una debacle al que, al mismo tiempo, tengo que ponerle un sentido de esperanza. Hay esperanza en el Perú. Estoy convencido de que hay una reserva moral, una fuerza moral para salir delante de situaciones como las de hoy.
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-¿Cree que los familiares finalmente obtengan justicia?
-Yo espero que sí. Creo en esa posibilidad. Pero siempre he escuchado que una justicia que tarda no es justicia. Tengo la convicción, sin embargo, de que los familiares recibirán de los poderes del Estado las respuestas que ellos claman.
-¿Cómo evalúa el comportamiento de nuestras autoridades en este tema? Me refiero, por ejemplo, a la presidenta Boluarte, al premier Otárola.
-Hay responsabilidad de los gobernantes y de los gobernados. Todos somos corresponsables de la situación que vivimos hoy. Lamentablemente tenemos una democracia muy frágil, que no es representativa de los altos intereses del país. Y esto nos hace pensar en que tenemos que hacer una renovación de la esencia de la democracia. El Papa Francisco define que la mejor política es buscar el bien común. Tenemos que dejar un país más justo y reconciliado. Los gobernantes, los poderes del Estado no gozan de la credibilidad de la población. Hay una distancia y una ruptura. Hay políticos bueno, no quiero generalizar.
-¿Es la corrupción nuestro principal problema?
-Es uno de los más visibles problemas. El problema del Perú es que no tenemos un proyecto de país que quisiéramos construir para que todos juntos busquemos el bien común, en la costa, la sierra y la selva, en las periferias geográficas y existenciales. Yo estoy como presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, la primera en la historia de la Iglesia, donde participan laicos, sacerdotes y obispos, y ahí pensamos que los últimos serán los primeros, como dice Jesús. Tenemos que comenzar con un proyecto país, donde los pueblos originarios de la Amazonía, las comunidades campesinas de los Andes y las hermanas y hermanos que viven em situaciones de extrema pobreza sean los primeros en la construcción de una sociedad inclusiva, justa y fraterna.
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-¿Una Iglesia que priorice a los que menos tienen?
-Esa es la característica y la identidad de la Iglesia. No estamos inventando la pólvora. Siempre la justicia social es parte inherente de la misión de la Iglesia. Jesús nos demuestra su preocupación por los más pobres, su defensa irrestricta de los derechos humanos, y por tanto es Jesús el modelo al que queremos seguir.
-Recuerdo que cuando se excarceló a Alberto Fujimori, dijo que era una “cachetada” para el país. ¿Considera que decisiones como esa contribuyen a la impunidad?
-Lógicamente. La ley es para todos. Cuando una ley es para favorecer a una persona o a un grupo, es injusta. Y la Iglesia no puede callar ante la injusticia, sea social, sea legal. Estamos viviendo todavía ese llorar por las víctimas civiles, policiales y sale este indulto. Por principio no se puede desear que nadie esté en la cárcel. Pero, definitivamente, que haya estos signos de privilegios para quienes han sido sancionados por el Poder Judicial… por eso dije esa frase. El país no son solamente los políticos. El país son sobre todo lo que viven en situaciones de extrema pobreza, con mucha angustia.
-Ha dicho que la corrupción es uno de nuestros principales problemas. En estos momentos, uno de los periodistas que más ha hecho por revelarla, Gustavo Gorriti, enfrenta una ofensiva coordinada de sectores políticos interesados. ¿Qué piensa?
-Yo tengo un reconocimiento muy especial por Gustavo Gorriti. Lo conozco, somos personas cercanas. Tendrá, como todos, como yo mismo, limitaciones. Pero es alguien -diría- confiable por su trayectoria. Él merece no solo mi respeto, también mi apoyo. Recuerdo que conformó una pequeña comisión en plena campaña electoral de la segunda vuelta de 2021 para llevar adelante una proclama ciudadana, que fue un hito, aunque lamentablemente no fue cumplida. Él fue el que más ayudó.
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-A usted lo identifican con la izquierda. ¿Le molesta que le digan “cura rojo”?
-Bueno, yo tengo un hábito rojo, de cardenal, y es sangre. Pero si me lo dicen por ideología… eso mismo le dijeron a Jesús, eso mismo le están diciendo al Papa Francisco. Lo importante es, ¿quiénes dicen eso? Eso ya se sabe. Los que dicen “ese rojo” son los que están en contra de una ideología marxista. Respeto la opinión, pero, ciertamente, mi color es rojo por ser cardenal, el rojo de la sangre que se dona al servicio de Cristo y de la humanidad.
-¿No le molestan esas afirmaciones?
-No, porque me ayudan a unirme a Jesús y al Papa Francisco. También me dicen “caviar”, no sé qué significa, en fin.
-¿Alguna vez le llamaron la atención de la Iglesia por sus opiniones políticas?
-En realidad, la Iglesia es política, está sumida en la política. Todos nosotros, bautizados y bautizadas que formamos el pueblo de Dios somos políticos. ¿En qué sentido? En que la política, en sentido amplio, es buscar el bien común, preocuparnos por aquellos que pasan problemas y necesidades. Y a veces uno cree que la política es exclusiva de quienes la ejercen…
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-De Palacio de Gobierno, del Congreso.
-Exacto. Y todos somos políticos, todos tenemos que ver por el bien común y la Iglesia no puede estar exenta de este compromiso.
-¿Nunca le dijeron, “cardenal, bájele un poquito”?
--No. Algunos me dicen que yo me meto en política, y la verdad es que todos somos políticos. Aquel que no se involucre en esta búsqueda del bien común no puede decirse que es cristiano. Es bastante fuerte lo que estoy diciendo. ¿Cuál es la esencia de Jesús? Es estar muy atento para escuchar al pobre. La Virgen María dice esa frase “destronó a los poderosos y ensalzó a los humildes”. Algunos creen que esa frase es comunista. La dice la Virgen. Está ahí. Eso para mí es motivo para seguir adelante.
-¿El Sodalicio debería ser disuelto?
-Esa es competencia de la Senta Sede. Lo he manifestado claramente: esa es una deuda pendiente de la Iglesia. No puedo decir más que eso. Espero que pronto la Iglesia tome una posición. Hay gente muy buena en el Sodalicio, que conozco, personas que no tienen nada que ver con estas denuncias de los altos mandos y del fundador. No quiero generalizar. Hay gente buena que hay que salvar y una de las posibilidades es decirles -a esos que han entrado y participan y tienen el orden sacerdotal y que son buenos- que conformen otra institución de servicio.
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-La Iglesia, con Francisco, está dando algunas señales de modernización en sus ideas. Recientemente, se difundió la decisión de bendecir a las parejas homosexuales. ¿Está de acuerdo?
-Por supuesto. Pero hay que entenderlo. Algunos han interpretado mal. Se bendice a las personas. No se bendice la unión. Esto lo dice claramente el papa Francisco. Todavía más, la bendición no es el del Papa ni del sacerdote, sino de Dios.
-¿Le daría usted la bendición a una pareja homosexual?
-Como personas, sí. El Para Francisco dice, ¿quién soy yo para juzgar?
-Hay 51 sacerdotes peruanos que se han declarado en desacato ante esta decisión.
-Me chocó y me dolió. Pero la Asamblea de Obispos, por unanimidad, emitimos una carta al Para Francisco de pleno apoyo en su magisterio.
-Ahora se va a dedicar a ver temas relacionados con el medio ambiente, como presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía. ¿Cómo empezó su interés por esos temas?
-Sí. Mire, yo estudiaba en el colegio de La Inmaculada -en el antiguo, en Nicolás de Piérola- y cuando tenía quince años vi una reunión de unos jesuitas con dos o tres indígenas que venían del vicariato apostólico de Jaén, de la zona de Santa María de Nieva. Y fue para mí, como limeño, un descubrimiento, porque venían pintados, con sus cerbatanas, y eso fue para mí como mi inicio en el proceso vocacional.
-¿Ese acercamiento con las comunidades indígenas?
-Sí. Yo no conocía ni sabía. Después de mucho de tiempo pude ir, ya como jesuita y estudiante, a trabajar a la Amazonía. Por necesidades pastorales luego estuve en Tacna, de ahí en Lima -por diez años-, en Ayacucho y de ahí me mandaron al vicariato apostólico de Jaén. Fui feliz. Pero a los dos años y medio me quitaron el helado de la boca y me enviaron como arzobispo de Huancayo.
-Como un religioso cercano a temas amazónicos y ambientales, ¿qué le generan los recurrentes asesinatos de líderes ambientales?
-Me pone muy triste. Me indigna. Hay poderes ocultos económicos, de mafias, de empresas, que quieren liquidar a aquellos líderes ambientales y los asesinan, no solo en el Perú, en toda la Amazonía.