Política

Sí podemos recuperar el Perú

“Aunque no son definitivas, estas elecciones sí son importantes, porque en ellas se trazarán los surcos de la salida a las crisis”.

"Sres. de Mc Donalds, Carlos Gabriel y Alexandra no eran sus 'colaboradores', eran trabajadores cuyos derechos laborales ustedes debieron respetar", sostuvo Mendoza. Foto: La República.
"Sres. de Mc Donalds, Carlos Gabriel y Alexandra no eran sus 'colaboradores', eran trabajadores cuyos derechos laborales ustedes debieron respetar", sostuvo Mendoza. Foto: La República.

Opinión: Verónika Mendoza - Presidenta de Nuevo Perú

Carlos y Alexandra en el piso mojado de un McDonald’s, atravesados por una descarga eléctrica; Jéssica y sus hijos, sus cuerpos cortados, quemados, envueltos en humo, a una cuadra de la comisaría. No, no son solo fatídicos y circunstanciales “accidentes”, no son casos aislados sino ecos lacerantes de una habitualidad que acallamos hasta que estalla. Son las vidas que el neoliberalismo y el patriarcado sacrifican para reproducirse mientras miramos de costado, consumidos por la supervivencia cotidiana, adormecidos por las luces y las pantallas. Sí, estamos en crisis, y no es solo de representación política, es mucho más grave y profunda. Estamos en un nudo histórico que condensa y entrelaza procesos cuyos desenlaces están en pugna, desde los valores y vínculos que ordenan nuestras sociedades hasta la hegemonía comercial pero también política y cultural en la geopolítica global y regional, pasando por la crisis climática y civilizatoria que sigue depredando y mercantilizando la naturaleza, poniendo en riesgo el agua que nuestro hijos y nietos han de beber y el aire que han de respirar.

En el Perú esta crisis múltiple está signada por la corrupción y la captura del Estado por poderes mafiosos y lobistas que han rematado nuestras riquezas y acrecentado sus privilegios a costa de la exclusión y explotación de las mayorías. La crisis ha tenido un hito importante en el cierre del Congreso producto de la acción ciudadana y de las fuerzas políticas democráticas, pero no se ha resuelto, apenas se ha abierto un nuevo episodio con la convocatoria a elecciones parlamentarias complementarias. Lamentablemente, se trata de un proceso electoral “a medias” –otra sería la situación si estuviéramos hoy ante elecciones generales que el sentido histórico imponía– al que llegamos con una reforma política “a medias” que no promueve nuevas reglas ni nuevos actores, sino que propicia un “reciclaje” de lo mismo de siempre. Y, sin embargo, aunque no son definitivas, estas elecciones sí son importantes, porque en ellas se trazarán los surcos de la salida a las crisis. Algunos los trazan autoritarios y reaccionarios –azuzando odios y miedos hacia lo diferente y diverso, silenciando a las mujeres que claman por libertad y a las voces disidentes–, otros prefieren la continuidad neoliberal asfixiante y unos pocos pugnan por hacerlos anchos, democráticos y emancipadores.

Será clave, entonces, poner un dique en el próximo Congreso para que las mafias y lobis no se recompongan y desmonten los avances en la lucha contra la corrupción, para continuar y profundizar las reformas emprendidas –política y de justicia– y abrir los debates que los de siempre quieren eludir: la distribución del poder y la riqueza, la precarización y explotación en el trabajo, las millonarias exoneraciones tributarias a grandes empresas, bancos y mineras, la depredación de la naturaleza que hipoteca la vida de las generaciones futuras, la recuperación de derechos fundamentales como la salud, la educación o la vivienda hoy convertidos en mercancía y privilegios que solo algunos pueden pagar, etc.

Es tiempo de poner en debate estas múltiples desigualdades y exclusiones agravadas por el machismo, la homofobia, el racismo y el clasismo seculares y arraigados en nuestra sociedad.

Para ello, el espacio institucional es importante pero insuficiente, necesitamos recuperar la calle, la universidad, el trabajo, como espacios de encuentro y de diálogo, necesitamos alzar la frente, mirar al otro, vencer los prejuicios y desconfianzas, reconocernos no solo como víctimas de un mismo sistema que precariza nuestras vidas sino como aliados y agentes de cambio. Porque ellos podrán tener millones, pero nosotros somos millones.

Dialogando, organizándonos, tendiendo puentes, sumando fuerzas, sí podemos romper el pacto infame de hablar a media voz y con la cerviz humillada, podemos avanzar hacia la construcción de un nuevo pacto entre peruanas y peruanos, sobre la base de nuevas reglas y nuevos valores; un nuevo pacto que marque el cumplimiento de la transición inconclusa del año 2000 y de nuestra independencia tras 200 años de una República excluyente. Sí podemos recuperar el Perú.