La Constitución de los ricos
“Vivimos en las repúblicas de la desigualdad. Pero como vimos en Chile, un día ese pueblo se cansa y rompe sus tarjetas que los ahorcan y sale a demandar derechos, y no hay quién lo pare”.
Me interesa mucho la idea de “República Empresarial” que ha introducido Indira Huilca para hablar del sistema en el que vivimos desde que Alberto Fujimori impuso la Constitución del 93; y de la necesidad de abolirla, de llamar a una Asamblea Constituyente para aprobar una nueva carta magna que nos represente a todas y todos, y que no solo vele por los beneficios de unos cuantos.
La República empresarial es esta forma de Estado que nos ha regido desde entonces basada en un co-gobierno entre los presidentes de turno y las grandes fortunas del empresariado nacional. No hace falta que vengan brasileños porque ya tenemos a los nuestros, a los “dueños del Perú”. Pero hoy los Romero, los Graña, los Wong, los Vitos Rodríguez de la vida han quedado expuestos, calatos, ante la sociedad, que ahora sabe que son capaces de llenar sobres, sacos y loncheras de billetes coimeros. Sus métodos inescrupulosos para asegurarse quinquenios favorables a sus intereses y bolsillos, y las redes corruptas que extendieron durante décadas, en democracia o dictadura, son ahora motivo de investigación en la fiscalía.
Pero estas revelaciones van más allá de lo legal, y tienen una incidencia política y moral que espera otro desenlace: el fin de esta republiqueta de caciques locales llenos de privilegios, a los que les congelan los impuestos a su gusto, que pervierten la idea de Estado, empobrecen lo público para privatizarlo todo y que han convertido al pueblo en cliente: si no compras te jodes. Vivimos en las repúblicas de la desigualdad. Pero como vimos en Chile, un día ese pueblo se cansa y rompe sus tarjetas que los ahorcan y sale a demandar derechos, y no hay quién lo pare. Por eso es tan importante autoconvocarnos para cambiar la constitución de los ricos.