Colegios son responsables Idel Vexler, Educador. Uno de los ejes centrales de la educación básica debe ser el de formar personas saludables tanto en lo físico como en lo mental y social. Y en ese sentido, no solo el área de ciencias naturales debe desarrollar aprendizajes sobre alimentos, digestión y nutrición para que los alumnos consuman dietas balanceadas que sirvan para dar energía, crecimiento y buen estado al cuerpo de forma integral. Debe hacerse mediante todo el currículo escolar en un marco de autovaloración personal (autoestima) que sea como una “fuerza interna” que lleve a los jóvenes y niños a decir “no” a la comida que bloquea su desarrollo y la conservación de su salud integral. Sería bueno (también) replicar las buenas prácticas de un sector de colegios que viene prohibiendo a los kioscos ofrecer comida chatarra y que los estudiantes no lleven en la lonchera bebidas y alimentos no saludables. Es obvio que este tipo de campaña tiene que hacerse también con los adultos que interactúan educativamente con los niños y los adolescentes. Estado debe preocuparse Tomy Villanueva, decano del CR-II Lima del CMP. Aunque son conocidos los cuestionamientos de la industria alimentaria contra la llamada ley de la “comida chatarra”, pues se sostiene que incluso atentaría contra la libertad de las personas para elegir el alimento de su preferencia, es indiscutible que cuando se trata de los niños y adolescentes es necesaria la tutela del Estado –y de los padres– para proteger a los menores de la influencia publicitaria de la industria alimentaria y más bien estimular en ellos el consumo de comidas más saludables. Por ello, es obligación del Estado encontrar los equilibrios necesarios y reglamentar pronto esta ley, porque de por medio se encuentra la salud, repito, de nuestros niños. El sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes, que –entre otros factores– son causados por una inadecuada alimentación, aumentan de manera alarmante en el Perú y ponen en riesgo el desarrollo de los niños porque los predisponen a adquirir en la adultez enfermedades crónicas como diabetes, problemas cardíacos e hipertensión arterial.