Pérdida de un gran pensador y de una gran persona.,Con el fallecimiento de Julio Cotler el país pierde a uno de sus pensadores más importantes, profundos y originales, pero, también, a una persona estupenda e íntegra. Participó desde 1966 en el grupo de intelectuales que fundó el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), uno de los centros más valiosos del país dedicado al estudio independiente, plural e interdisciplinario sobre el Perú y América Latina. Fue su director general en 1985. De muchas maneras, durante las últimas cuatro décadas, Cotler fue el rostro más caracterizado del IEP y contribuyó a definir su perfil e identidad tanto en la sociedad peruana como en el interior de la institución, siendo fundamental en la formación de muchos investigadores valiosos del país. En 1978 publicó Clases, Estado y Nación en el Perú, un libro clave para entender el Perú con una mirada crítica de su historia desde la estructura establecida en la Colonia. Pero Cotler no se refugió en la academia, sino que, desde ahí, tuvo una proyección en la política con sus ideas, pensamientos y comentarios sobre lo que pasaba en el Perú y, también, sobre su futuro, lo cual hacía que el periodismo lo buscara con frecuencia a la caza de un titular lanzado por una voz influyente y creíble, en un juego en que él participaba con entusiasmo. Por sus ideas políticas fue deportado a México por el gobierno del general Juan Velasco, quien unos años antes le había ofrecido establecer un programa de estudios sobre la relación entre Estados Unidos y Perú, lo cual rechazó para mantener su independencia. Julio fue una persona íntegra y consecuente. Se hizo fama de pesimista por sus opiniones públicas sobre los problemas del Perú y su futuro, pero Julio era un gran optimista que se divertía con la imagen pública que se había creado. Era, además, un gran conversador. Tuve la suerte de gozarlo en muchas conversaciones, como aquellas que teníamos en el restaurante La Gloria donde Julio me contó –y me consta que es verdad– que se prepararan los mejores sesos de Lima, lo cual se volvió un pretexto sabroso para conversaciones tan valiosas como entretenidas. Muchas gracias, querido Julio, descansa en paz.