Los peruanos del 2018 son los que entendieron que la corrupción que parecía sustancial a un sistema podía quebrarse o hasta extirparse desde sus raíces. Tomaron conciencia de su poder ciudadano. Vieron que los “invencibles” eran zombies: asustaban y devoraban, sí… pero a la vez bastaba un buen golpe para tumbarlos. ¡Tantos años descomponiéndose! Eran solo cadáveres andando, más frágiles de lo que su soberbia creía. Los peruanos del 2018 trabajan honradamente como toda su vida, aun sabiendo que son mal remunerados, o que otros ganan 20 veces más teniendo menos talento, mística o ética. Son los que ya no se tragan la fábula “es pobre el que quiere”, porque se informan, analizan, y saben que no todos empiezan desde un mismo punto, ni con las mismas oportunidades. Que la desigualdad y las desventajas se evidencian juzgando por biotipos, regiones, barrio en que vives, colegio o universidad en que estudias, lengua natal, y mil etcéteras. Los peruanos del 2018 son respondones, mujeres y hombres. Ellas ya no soportan groserías disfrazadas de “piropos”, y denuncian si les exigen “favores” a cambio de ascensos. Ellos no se tragan “este lugar es para socios” cuando discriminan por color de piel, o precio de ropa. Y lo mejor: vieron que sus denuncias logran cambios. Los peruanos del 2018 ya no se callan. Le llaman ladrón al ladrón, y delincuente a quienes lo merecen. Y están hartos –¡más que hartos!– de que una familia llena de presos, detenidos, prófugos y mentirosos marque la agenda política de nuestra Patria hace décadas. Los saturó ese apellido relacionado con todo lo que sea turbio o corrupto: les asqueó, al fin. Los peruanos de este 2018 serán quienes nos lleven a ser un gran país en un cercano futuro. Que cada año, sean más.❧