Tras casi dos décadas, deja de ser arzobispo de Lima.,Aunque se pudo prolongar la función de Juan Luis Cipriani como arzobispo de Lima, es una decisión sensata la anunciada anoche por el Vaticano de que, al cumplir hoy 75 años, se designará a su reemplazo. Cipriani seguirá siendo cardenal, pero cesa en su tarea como arzobispo de Lima que cumplió, por designación de Juan Pablo II, desde el 30 de enero de 1999. Luego, el Papa lo nombró cardenal el 21 de febrero de 2001, convirtiéndose en el primer miembro del Opus Dei en llegar a esa posición. Como es usual, el Vaticano no precisa las razones de su decisión, por lo que solo cabe especular sobre los motivos que habrían llevado a terminar el mandato de Cipriani. Sin dejar de reconocer que el Estado peruano es laico –aunque, a veces, algunas de sus decisiones hagan parecer lo contrario– la Iglesia católica tiene derecho a participar con sus opiniones en los temas que se debaten en la sociedad. Pero este derecho se debilita cuando se constata que la participación del clero en el debate público se desvía para embarcarse en intervenciones concretas en defensa de intereses políticos particulares. Ese ha sido el problema principal de las casi dos décadas en que Cipriani ocupó el arzobispado de Lima, perjudicando tanto a la iglesia como al país. Dentro de la iglesia, Cipriani fue un factor de división antes que de cohesión, tomando decisiones arbitrarias y prepotentes como la que le aplicó al padre Gastón Garatea. Nunca pudo ganar la elección para presidir la Conferencia Episcopal. Y en el ámbito más amplio de la sociedad peruana, Cipriani mezcló la religión con la política, pero no con la gran política, es decir, la vinculada a la defensa de principios y derechos fundamentales, sino con la alineada a posiciones específicas como las del Apra y el fujimorismo, partidos con los que tuvo una sintonía frecuente. Cipriani tuvo un proyecto político opuesto a la construcción de una sociedad tolerante y plural que, felizmente, fracasó por su conservadurismo extremo asociado a grupos opuestos a la expansión de los derechos de las personas, incluyendo varios exabruptos lamentables contra la mujer. Su proyecto máximo fue capturar la Pontificia Universidad Católica del Perú, cual se frustró porque fue evitado, con destreza, por el liderazgo del hoy exrector Marcial Rubio. Todo lo dicho acá es la opinión de esta columna sobre Cipriani planteada desde hace tiempo. Pero la aceptación de su renuncia solo es una broma por el día de hoy de los inocentes (que ojalá se haga realidad pronto).