"Alfombra roja para los que quieran liberarse del yugo de la BotiKa, sean quienes sean. Permitámosles ubicarse en el lado correcto de la Historia".,Esta semana, dos extremos del espectro político coincidieron en el mismo trasfondo: por un lado, las críticas principistas a la incorporación de un exfujimorista a la bancada Liberal y, por el otro, la ilegal necedad fujimorista intentando impedir la creación de nuevas bancadas. Es momento de una pequeña lección de historia, de la mano de los maestros más inverosímiles: los tránsfugas y topos del fujimontesinismo del año 2000. Veamos. A inicios de noviembre de ese año, nuestras instituciones habían colapsado de una forma que no volveríamos a ver sino 18 años después. Se había revelado que Montesinos compraba congresistas para que abandonen sus bancadas (a veces, incorporándose a la oficialista; otras, pegándola de “independientes”). Solo se había emitido el vladivideo de Kouri pero, ya entonces, parecía más que seguro que otros tránsfugas también tenían sus videítos (en algunos casos, esto se confirmaría con el hallazgo de la videoteca del SIN). Ya se hablaba de vacancia. Aunque había un problema: el Congreso estaba dirigido, con mano de hierro, por Martha Hildebrandt. La presidencia podía terminar recayendo en ella. Pero el 13 de noviembre, el Perú amaneció viendo a su presidente, feliz de la vida, en una cumbre en Brunei. Se había ido de viaje sin avisar, en la peor crisis de su régimen. Parecía cantado que estaba a punto de fugar. Ese mismo día se votó el primer paso de lo que era un evidente camino hacia un gobierno de transición: la censura de Hildebrandt. ¿Y qué creen que pasó? Ese congreso, que había conseguido mayoría oficialista a través de coimas, chantajes y prebendas, votó a favor de la censura. Era la primera vez –desde 1993, recordémoslo– que el fujimorismo perdía una votación. Fue 64 a 51. Y esto ocurrió en el que –sino fuera por el actual–, podría haber pasado a la historia como el parlamento más manchado de nuestra República. (Algunos nombres que hoy resultan llamativos de aquella votación histórica: Moisés Wolfenson, Jorge Polack, Joaquín Ormeño, Rafael Rey, César Acuña, José Luna Galvez; votando igual que Paniagua, Ferrero, Olivera o Waisman). Luego, ese mismo congreso eligió al reemplazo de Hildebrandt, es decir, al probable sucesor de Fujimori: Valentín Paniagua. Y días después, votaron la vacancia de la presidencia. Este era, por cierto, un congreso al que le habían recortado su mandato en cuatro años: sabían que se irían el 28 de julio del 2001. Las motivaciones que puede tener un congresista para votar en uno u otro sentido pueden ser inagotables y contradictorias. Y en momentos de crisis, como el del 2000, como el actual, las prioridades, las lógicas y las alineaciones cambian. Eso, porque también cambia el sentir de la población, a la que representan. Los legisladores del 2000 supieron interpretar correctamente su rol histórico. Hoy, necesitamos darle espacio a los actuales congresistas que quieran hacer lo mismo. Alfombra roja para los que quieran liberarse del yugo de la BotiKa, sean quienes sean. Permitámosles ubicarse en el lado correcto de la Historia. A todos nos conviene que se reintegren a la sociedad.