“La opinión que parece más difundida es que la democracia en el Perú tiene serios problemas para controlar la actuación de personas y poderes corruptos”.,Mario Vargas Llosa acaba de lanzar una frase según la cual en el Perú hay una democracia corrupta. ¿Qué quiere decir? ¿Muchos protagonistas corruptos que han capturado lonjas del poder? ¿Un sistema de normas ineficaz que propicia la descomposición? ¿Abundantes pactos de tolerancia frente al delito? El autor no ha precisado, y la lista de supuestos que se le puede atribuir a democracia corrupta es larga. Nos quedamos con un par de ideas: partes importantes de la política han escapado al acuerdo constitucional, y en los poderes del Estado pululan personas que se consideran, y actúan, por encima de la ley. En verdad este par de ideas no constituye ni remotamente una definición del problema, y eso tiene que ver sobre todo con la versatilidad de la palabra corrupción. Una democracia llena de políticos corruptos, puede estar en peligro de desaparecer, pero también puede estar simplemente atravesando una crisis superable, incluso, más de una. La opinión que parece más difundida es que la democracia en el Perú tiene serios problemas para controlar la actuación de personas y poderes corruptos, pero que el asunto no es terminal. Por ejemplo, el actual avance de la justicia y las próximas elecciones generales del 2021 podrían resolver las cosas. Otra esperanza para más adelante. Pero la experiencia muestra que una parte importante de la ciudadanía vota por la corrupción, por falta de información o incluso a sabiendas. Los mecanismos para contrarrestar esto nunca han funcionado, ni antes ni después de que el infractor haya sido elegido, y así disponga de nuevas protecciones de la ley. Así avanza una suerte de corrupción hormiga, que se va trasladando de la economía ilegal hacia el cargo público, elegido o nombrado. No hay, pues, un momento de corrupción de la democracia, sino un proceso con raíces en la cultura cívica del país, y frondosas ramas por todas partes. La cultura es antigua, solo sus protagonistas han cambiado. De modo que la democracia corrupta es un concepto que rápido desborda al gremio de los candidatos elegidos, y se abre hacia el de una sociedad políticamente corrupta. Cuando Vargas Llosa expresa el buen deseo de que el pueblo no vuelva a votar por una mayoría fujimorista, es consciente de que la posibilidad de una mala votación existe.