No se necesita ser estudioso de la conducta humana ni de la salud mental para darse cuenta que algo está funcionando mal en las neuronas fujimoristas de quienes participan en el chat “La Botica”.,No se necesita ser estudioso de la conducta humana ni de la salud mental para darse cuenta que algo está funcionando mal en las neuronas fujimoristas de quienes participan en el chat “La Botica”. No solo son los insultos del bajo mundo, las componendas, sus odios y el bajo nivel de sus conversaciones (que van entre monosílabos de obediencia a órdenes como el de los “aplausos protocolares”) sino también el ánimo de obstruir a la justicia y –algo que no se ha destacado demasiado– su pobrísima visión de lo que es hacer política en el Perú. Los señores keikistas piensan que hacer política es “joder”, “chancar”, “deslegitimar”. Maldecir a los magistrados. Llamar “conchán”, “malnacido” y “traidor” al presidente. Tildar de “m” a los periodistas y convencerse ellos mismos que hay una “prostiprensa” a la que se debe detener. Sus conversaciones revelan coordinaciones para destruir, atacar, traerse abajo a quienes ellos consideran un enemigo. Pero ¿y el interés ciudadano, el desarrollo del país, leyes que el país necesita con urgencia?, ¿propuestas con el ánimo de concertar?, ¿dónde está el deseo de hacer política para generar diálogo, llegar a acuerdos, construir futuro? ¿En qué parte de lo que ellos llaman “línea”, ordenadas por la “jefa” Keiko y Figari, vemos esta forma de entender la política? Lo peor de todo es que allí, alrededor de esa cúpula (formada a nivel político bajo la sombra de papá Fujimori, el “tío” Vladimiro y sus socios) también se está radicalizando un grupo que cree que participar al nivel público es eso, alcanzar un curul para satisfacer las finanzas, para crear una secta que posee la verdad y que se debe acatar, para priorizar el interés personal y no el colectivo. Se tomaron en serio la frase esa “de todo como en botica”. Los parlamentarios fujimoristas se han quedado con lo peor.