Para que los tres candidatos que comentamos, y otros de pareja calidad, peguen algún tipo de salto interesante, la campaña tendría que municipalizarse en sus últimos días.,¿Pueden Manuel Velarde, Jorge Muñoz o Gustavo Guerra García dar una sorpresa, como dice Augusto Rey? Sus cifras son bastante bajas. Pero igual Rey alude a una victoria, con una performance sorprendente de último minuto, si sus méritos como candidatos llegan a hacerse suficientemente conocidos. Rey siente que todavía hay indecisos como para que ello pueda suceder. Ninguno de estos candidatos parece desanimado. Partieron de un piso sumamente bajo, pero han crecido algo durante la campaña. Muñoz ha sido reconocido como ganador del primer debate. Velarde, que debatirá el próximo domingo, se ha viralizado con una filuda respuesta en un debate de la TV. Guerra podría tener un voto oculto en la izquierda. El optimismo de Rey posiblemente tiene que ver con lo que viene sucediendo en la parte alta de las encuestas, donde los candidatos traen diversos grados de acusaciones, sueltan pachotadas, y se niegan a un debate al que ya se habían comprometido. La idea es que también ellos podrían dar una sorpresa, en el sentido contrario. Pero todos esos flancos abiertos a críticas también producen publicidad, que es la materia prima de este negocio. Además, Ricardo Belmont o Daniel Urresti son personajes cuestionados desde hace muchos años, lo cual no les ha impedido acopiar ese relativamente pequeño porcentaje que los mantiene en torno de la delantera. En verdad el orden de los candidatos no se ha movido mucho a lo largo de la aburrida campaña. Los indecisos se han ido reduciendo, casi sin afectar el orden de llegada. Pero, siguiendo la opinión de Rey, ahora que las cosas se calientan, eso podría cambiar, incluso con algunas significativas transferencias de votos de un candidato a otro. Para que los tres candidatos que comentamos, y otros de pareja calidad, peguen algún tipo de salto interesante la campaña tendría que municipalizarse en sus últimos días. Un ejercicio que parece difícil con el tipo de campaña de limitados recursos con que ellos se mueven. Se necesitaría una suerte de radical golpe de conciencia del electorado. Mientras tanto los punteros siguen siendo populares en los inmensos distritos, aferrados a la política del micrófono en lugar de la del debate o la propuesta técnica.