FP está utilizando un enorme poder para conducirse ante el país como un grupúsculo extremista, y esa es una de las explicaciones de que ese poder sea menguante.,La fase uno en la estrategia de Fuerza Popular fue derrocar a Pedro Pablo Kuczynski, y se ha cumplido. Ahora estamos presenciando la fase dos: neutralizar al liberalismo político, y a la prensa que lo acompaña y mantiene capacidad de denuncia. Esta segunda batalla comenzó con el proyecto Mulder contra la publicidad estatal en medios, pero ahora hay más objetivos. La demolición del prestigio de los medios independientes no es algo fácil, en cuanto le está suponiendo a FP perder los últimos visos de respetabilidad política que le quedaban. Del proyecto sobre publicidad, con apariencia administrativa, se ha pasado rápido a los insultos puntuales, en el mismo tono que definió los últimos meses de Alberto Fujimori en el poder. La libertad de expresión se ha vuelto más molesta que antes para FP, y dentro de ello lo que ha calentado la plaza es la campaña en curso sobre los gastos en el Congreso, perfectamente natural en esta era de denuncias moralizadoras. La directiva del Congreso simplemente no está dispuesta a ser fiscalizada, en ningún aspecto, y desde ninguna parte. El nuevo estilo es conocido, y parece cocinado en las antiguas oficinas del SIN. Los avisos estatales, y por extensión todo pago público o privado, se han vuelto “mermelada”. Las figuras liberales, izquierdistas o críticas de FP se han vuelto “terrucos”. Cada vez hay más congresistas dispuestos a comprometerse con este tipo de lenguaje. En los bordes de la falange de FP se va desarrollando un tipo de periodismo que con el pretexto de la política y la libre expresión practica deslucidamente toda la gama de agravios tipificados en el Código Penal. En esto hay una relación de ida y vuelta con los voceros más deslenguados del Congreso. Sin embargo la eficacia política es mínima. FP está utilizando un enorme poder para conducirse ante el país como un grupúsculo extremista, y esa es una de las explicaciones de que ese poder sea menguante. El fracaso del señor Luis Galarreta en su reciente intento de cobrar una respetabilidad a la altura de su cargo es un buen ejemplo. Debería ir a tomar lecciones de su antecesora Luz Salgado, aunque ni eso le permitiría hacerse reelegir.